MITSUBISHI ECLIPSE CROSS

Prueba Mitsubishi Eclipse Cross, el más equipado

El SUV intermedio de la firma llega cagado de razones y de equipamiento tecnológico.

Prueba Mitsubishi Eclipse Cross, el más equipado

Prueba Mitsubishi Eclipse Cross, el más equipado. / Telva Somoza

Cuando la luna se queda a medio camino entre la Tierra y el Sol un color rojizo único tiñe el cielo. El Mitsubishi Eclipse Cross se sitúa entre el SUV pequeño de la firma el A y el mayor, el ASX y el Outlander respectivamente. Su color de lanzamiento fue un rojo entre cobrizo y lava que buscaba imitar ese mismo fenómeno astral. Como guinda del pastel: el Mitsubishi Eclipse fue un deportivo con una zaga realmente curiosa que se vendió en España durante los 90. Está claro que el nombre del nuevo ‘cross’over de Mitsubishi no ha sido escogido al azar, dejando todo bien atado. Con el cuidado que se aplicó a la elección de su denominación era de esperar que los japoneses trabajaran a fondo en la diferenciación de un modelo con rivales en cada esquina. Desde el Seat Ateca al Hyundai Tucson pasando por el pionero Nissan Qashai o el galardonado Peugeot 3008 (Car of The Year 2017), la competencia del novato es feroz.

Para conquistar un mercado sobre-estimulado de todocaminos pero dispuesto a seguir recibiendo descargas, Mitsubishi presenta un modelo de estética atrevida y deportiva. Las aristas son las protagonistas de una carrocería con detalles muy característicos como la silueta coupé o la luneta trasera atravesada por los pilotos en una especie de alerón añadido. No se puede negar que los diseñadores han buscado la divergencia y la han encontrado a base de afilar su figura, sin olvidarse del patrón que ya empezó con el Outlander. El lenguaje de diseño se recupera en elementos como la parrilla y la línea lateral que recorre las puertas desde las ópticas posteriores, presente en sus hermanos.

El Eclipse Cross comparte plataforma con ASX, detalle que les hace compartir cuota de batalla de 2,67 metros y tener una altura muy parecida, 1,64 en el caso del modelo que probamos (2 centímetros más que el SUV pequeño de Mitsubishi). Pese a compartir esos datos el interior del Eclipse parece y es más espacioso, sobre todo para los pasajeros de las plazas delanteras. La caída del techo perjudica levemente la altura al techo en los asientos traseros pero un adulto de menos de 1,90 metros de alto podrá viajar sin agobios. El maletero es uno de sus puntos débiles con tan solo 466 litros de capacidad en la variante de tracción total que pusimos a prueba. Todos sus competidores le superan en este aspecto.

Sentarse frente el volante del Eclipse es fácil gracias a un acceso a la altura de la cadera y su posición de conducción, sin ser una maravilla, es todo aquello que busca un comprador de SUV: alto, cómodo y supuestamente seguro. Los materiales utilizados en el acabado Kaiteki (el tope de gama) están por encima de lo esperado en un Mitsubishi, el diseño ha jugado a su favor y el altísimo equipamiento tecnológico nos hará creer que estamos ante un modelo premium a un precio alcanzable. La pantalla táctil multifunción de 7 pulgadas está colocada a la altura de los ojos, una solución poco integrada pero que aplaudimos por distraer menos durante su lectura en marcha. El sistema multimedia y navegador se puede gestionar desde el control situado al lado de la palanca de cambios, una solución parecida a los nuevos Audi pero algo más basta.

UNO Y GASOLINA

La firma del diamante no quiso complicarse o tenía las cosas muy claras con el Mitsubishi Eclipse Cross, lo lanzó al mercado con solo una motorización: el bloque gasolina de 1,5 litros turboalimentado de 163 CV. Puede parecer una apuesta arriesgada o la consecuencia directa de la persecución al gasóleo pero hasta verano no existirá la posibilidad de adquirirlo con el bloque diesel de 2,2 litros y potencia desconocida por ahora.

Con tanta caballería bajo el capó es fácil hacer del Eclipse un coche rápido en vías poco reviradas, donde con apenas un pisotón podremos adelantar a cualquiera. El confort en marcha es de notable y la suspensión filtra a la perfección las irregularidades del asfalto. En cuanto a los tramos de curva, no son su fuerte. Ante una demanda de potencia puntual el motor genera un ruido muy molesto que se transmite directamente a la cabina y el cambio automático de 8 velocidades, intachable hasta entonces, se maneja mejor mediante las levas. Los 1.550 kilogramos de peso se dejan notar en las transiciones y la dirección, pese a activar el modo Sport, es demasiado blanda para un puerto de montaña a ritmo ágil. Detalles que le exigiríamos a un deportivo pero que carecen de tanto valor en un vehículo como el Eclipse Cross, pensado para conducir de manera relajada

OPCIÓN RAZONABLE

El consumo final del Mitsubishi Eclipse Cross después de nuestra variada prueba (puerto de montaña, autovía y ciudad) fue de 7,9 litros, un dato nada reprochable para un vehículo de sus dimensiones, peso y conducción. La estética sigue siendo un aspecto vital ante la compra de un coche y los japoneses han trabajado con acierto, en mi opinión. Otro elemento clave es el precio, imbatible si lo comparamos con sus rivales con equipamientos similares. Sin más extras por añadir, el Eclipse Cross Kaiteki con tracción total y cambio automático sale por 33.850 euros.