Ma plus belle histoire d'amour

Carme Barceló

Carme Barceló

Son las 22.57. Tengo 53 años y un artículo, éste, pendiente de entrega. Nunca pienso que ya lo he vivido casi todo. Al contrario. Siempre creo que me falta mucho, muchísimo por vivir. Lo pensaba a los 20 a los 30, hoy y tengo más motivos para pensarlo mañana. Siempre hay algo más, algo que lograr, algo por lo que luchar cuando todo parece perdido y algo por lo que seguir dejándote el alma. Todo es posible. Todo. Y máxime cuando trabajas y luchas. El esfuerzo siempre, SIEMPRE, tiene recompensa. Y creer. Creer cuando casi todo parece perdido. Creer cuando tu enemigo en el campo anota ese 3-1 y el suelo se llena de toallas rendidas. Creer cuando los estudios estadísticos de la UEFA no te dan un puñetero halo de esperanza, cuando te aparca en el arcén de la Champions y cuando el enemigo del césped y el que lo rodea a muchos kilómetros a la redonda se ríe de tus esperanzas y te señala con el dedo perdedor. Creer que puedes rehacer tu historia de amor cuando se rompe en cuatro pedazos el Día de los Enamorados en el Parque de los Príncipes. Creer que, de verdad, ‘ma plus belle histoire d’amour c’est vous’. Mi mantra, esa canción de Bárbara que tanto me marcó y que define el estado de miles de barcelonistas que fueron al Camp Nou con fe - motivos estrictamente deportivos tenía por los últimos resultados y por el crédito que merece este equipo- y con su amor devoto e inamovible por el Barça. Podrá crearte dudas, podrá enfadarte y desconcertarte, pero la fidelidad a los suyos es lo que movió a una afición a apoyarles hasta el final. Y los suyos le devolvieron un pase a cuartos histórico. La comunión entre unos y otros, la épica poco conocida por estos lares y el absoluto convencimiento de los jugadores de que eran capaces de levantar un imposible les llevó a la gloria. Y la que esto escribe, que ya peina canas, tenía ese pálpito antes del partido y tiene ahora otro: este Barça puede ganar el triplete. Porque se lo cree. Porque lo vale. Porque este resultado es la mejor motivación. Porque no da nada por perdido. No es un milagro: es la constatación de la fe.