El sexismo se extiende en el deporte

Machismo en las gradas

Es sinónimo de violencia de género. Las gradas se pueblan de energúmenos capaces de retrotraer a las mujeres a épocas pasadas. Las humillan, las vejan...

El deporte se ha convertido en un bastión del machismo

El deporte se ha convertido en un bastión del machismo / sport

Carlos Galindo

La pregunta es esta: ¿Hay machismo en el deporte? La respuesta solo es una: sí, lo hay pero, sobre todo, se da en las gradas, ese territorio inescrutable en el que se refugian –detrás de banderas y cánticos de ‘guerra’– los sujetos más extraños y pintorescos que se puedan dar en una sociedad enferma como es la nuestra. Es difícil calificarlos con una sola palabra porque no responden a un común denominador, pero es obvio que una parte de esa ‘fauna’ está integrada por auténticos energúmenos, sujetos deplorables decididos a humillar a las mujeres con un sexismo rancio y trasnochado.  En realidad, es un problema cultural –de falta de cultura, quiero decir– enraizado en las viejas costumbres. Insultan y vejan porque son demasiado ‘pequeños’ (intelectualmente) y tienen un miedo atroz a las mujeres. Pero no todo vale ni siquiera en un país en el que la justicia actúa tarde y mal.

Lo que ocurrió en el campo del Betis hace tan solo unas semanas fue lo suficientemente grave como para no relegarlo al olvido. Como recordarán, algunos aficionados del conjunto sevillano mostraron su apoyo al delantero bético Rubén Castro, que fue denunciado por su exnovia de presuntos malos tratos. En el transcurso del partido ante al Girona, un número indeterminado de seguidores –un centenar, según algunas fuentes– ubicados en el fondo sur del Benito Villamarín se dedicaron a cantar: “Rubén Castro alé, Rubén Castro alé, no fue culpa tuya. Era una puta; lo hiciste bien”. El jugador está enjuiciado por una acusación de cuatro delitos por malos tratos y uno de amenazas contra su exnovia. Por ello, la Fiscalía solicita una condena de dos años de prisión al considerar probado que agredió y pegó a la chica hasta en cuatro ocasiones.

El segundo caso, también ocurrido en Andalucía, tiene que ver con un deporte atractivo pero poco difundido y minoritario: el bádminton. El partido, correspondiente a la ida de las semifinales de la División de Honor entre el IES La Orden, campeón liguero y el Soderinsa Rinconada, que perdió por 4-3 se jugó en Huelva. Los aficionados locales profirieron “cánticos e insultos sexistas” a las jugadoras del equipo sevillano, como denunció su presidenta, Isabel Venteo Martín, a la Federación Española. Laura Molina, capitana del Soderinsa Rinconada, emitió un comunicado en el que admitió haber sentido “vergüenza y asco”. Tachó los incidentes de “violencia de género” y dijo que “nos llamaron de puta y guarra para arriba. Y eso fue lo más suave. Otras cosas es mejor no volver a reproducirlas”.

“¿Sabes que lo mismo te violan”, le dijeron a Rosa Bonet, que quería ser árbitro de fútbol en los años 70. No pasó nada… Claro que eso fue hace mucho tiempo. ¿Han cambiado las cosas...? Poco, muy poco. Atentos... En el transcurso del partido UD Tesorillo-Jédula de la vigésima tercera jornada de Segunda Andaluza (Cádiz), jugado el 22 de febrero en San Martín del Tesorillo, en el término gaditano de Jimena, parte del público increpó en repetidas ocasiones a la auxiliar de línea Laura J.G.C. con graves insultos sexistas y soeces.

Según el acta arbitral, el público se dirigió a la árbitro asistente llamándola “guarra”, “zorra”, “puta”, además de frases como “ojalá Franco levantara la cabeza y os mandara a vuestro sitio, que es la cocina” o “Vete a fregar, que este no es tu sitio”. El Sindicato de Árbitros de Fútbol de España calificó de “burla” la sanción de 50 euros impuesta por la Real Federación Andaluza de Fútbol (RFAF) a la UD Tesorillo. Si los improperios de ese grupo de indeseables resultan del todo injustificable, no menos grave es la decisión adoptada por un organismo oficial. Ridículo, casi tan insultante como las palabras de aquellos personajes.

No basta con pedir perdón. A menudo los clubs se refugian en palabras como “sentimos repugnancia por esas palabras...” o “condenamos enérgicamente esos insultos sexistas”. No sirven de nada. Y si bien es cierto que no se puede poner a un policía detrás de cada seguidor, hay que acabar con esos sucesos.

Los años pasan, pero los estereotipos se mantienen. Hace pocos meses estalló otro escándalo. A las jugadoras de balonmano playa se las quiso obligar a que saltaran a la arena con biquini (top y braga), algo parecido a lo que ya ocurre con el voley-playa. Hasta ese momento, podían utilizar camiseta y pantalón corto. Las jugadoras se negaron en redondo. En junio de 2011, la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) exigió que los pantalones y las camisetas de las integrantes de sus equipos fuesen más cortos y estrechos. El sexismo aflora por todas partes. Y todo eso ocurre cuando ya han pasado casi 100 años desde que Lili Álvarez se convirtiera en la primera deportista olímpica española, allá por los años 20 del siglo pasado.

Mal van las cosas cuando el 30% de los jóvenes cree que cuando la mujer es agredida “algo habrá hecho”. Preocupante.