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Jesús Ramos, la sorpresa de la Internacional: “Ahora, puedo ir al fisio aunque no me duela nada”

Fue la gran sorpresa de la San Silvestre Internacional. Jesús Ramos, el tercer clasificado. Un madrileño de 26 años, un genio de esto que hasta ahora se ha encontrado con un problema: las lesiones.   

Llegó a la salida y se tomó un café en la cafetería de la gasolinera de Repsol de la calle Concha Espìna. “Todo lo demás estaba cerrado”.  Pero la San Silvestre de Jesús Ramos (26 años) se cocinó durante un mes de concentración en Sudáfrica y en ese último entrenamiento de 8×1.000, ya en Madrid, en el que le dijo a Arturo Martín, su entrenador: “Me veo con muchísima fuerza en las piernas”.

Cheptegei, Katir y Jesús Ramos.
Salí sin ningún miedo a nadie y en cuanto vi que se rompía el grupo y vi, que me podía quedar con ellos, dije, ‘aquí hasta donde llegue’, y aguanté hasta pasado Atocha, en el km 6 en el que ya iba reventado.

 ¿Y cómo aguantó? 
Cuando llegas a Vallecas de verdad que la gente te lleva en volandas. Tenía que haber más carreras así.

 Es usted un atleta genial, capaz de lo mejor y de lo peor.
Me cuesta tener regularidad, esa es la verdad. Pero no desisto. Ahora he estado 29 días de concentración en Sudáfrica en los que entrené muy bien. Pero también sé que siempre que he llegado a estar cerca de hacer buenos resultados he tenido alguna lesión. Y cuanto más te lesionas tienes más miedo.

¿A qué tiene miedo ahora?
Miedo a nada, pero siento mucho respeto por las lesiones. No quiero volver a entrenar de más.

Recuerdo hace año y medio la primera vez que hable con usted. Se pagaba hasta las zapatillas.
Me acuerdo muy bien, sí.

 ¿Y ahora?
A día de hoy, soy un profesional. Tengo detrás una marca deportiva que me respalda. Puedo dedicarme a entrenar y descansar. He podido hasta pagarme una concentración de 29 días en Sudáfrica con Fernando Carro… Como yo le decía a él al volver, ‘esto se acabará algún día pero siempre nos quedará el recuerdo del mes que estuvimos en Sudáfrica’.

Así es.
Nunca había estado tanto tiempo fuera de casa ni tan lejos. Al principio, tenía dudas de ir por lo que costaba, pero fueron mis padres los que me quitaron esas dudas: ‘vete, si crees en ello vete’.

¿Dónde vive?
Vivo en Valdebernardo en la misma habitación de siempre. No ha cambiado nada. Vivo con mis padres y aprendo cada día de ellos. Mis padres siguen trabajando. Mi padre trabaja en el parking del WiZink Center y mi madre es jefa de cocina en el colegio El Sol.

¿Está en el mejor momento de su vida?
El otro día lo estaba pensando. Yo mismo me hacía esa pregunta y la verdad es que creo que no. No me encuentro bien del todo. Sé que sí, que estoy bien, pero quiero pensar que cuando llegue la Copa de Europa de 10.000, que es mi verdadero objetivo, estaré mejor.

Allí fue donde ganó a Mo Farah por un segundo (27’49).
Lo recuerdo como un día maravilloso, porque las cosas salieron. A veces estás igual o mejor y, por lo que sea, no salen. Por eso digo que el atletismo es un deporte efímero. Para estar ahí necesitas muchos días buenos seguidos.

Y no los ha tenido.
No, hasta ahora no los he tenido. Pero es que estar surfeando en la ola es muy difícil. Me he caído muchas veces. Más que caerme, me han tirado por hacer el bruto, por no ir al fisio lo suficiente, incluso por no cuidarme lo suficiente, porque yo no creo en la mala suerte. Por eso ahora estoy intentando cuadrarlo todo al cien por cien. Quiero que sea la definitiva.

¿ Y qué ha cambiado para que sea la definitiva?
Le diré dos cosas. He aprendido a ir al fisio, aunque no me duela nada, y me estoy esforzando por comer más fruta… Son pequeños detalles que tal vez pueden marcar la diferencia.

De eso se trata.
Es que es muy difícil volver a empezar de cero. Me ha ocurrido demasiadas veces. A este nivel hago entrenos con facilidad y cuando te lesionas y vuelves y está a 15 o 20 segundos se hace difícil. Pero entonces me recuerdo a mí mismo: ¿Jesús, tú haces esto porque te gusta’.

Y este es el momento.
Así es. Tengo 26 años. Arturo, mi entrenador, me lo ha dicho a la cara: ‘Jesús, este  es el momento, hay que ser atleta ahora, hay que apostar por esto ahora’. Dentro de cinco o seis años puede ser tarde. Por eso he cambiado hasta la alimentación (risas).

¿Y cómo fue la noche del 31?
Fui al hotel de la organización a pasar el control antidoping. Luego, me recogió mi padre y nos fuimos al pueblo en Sotillo de las Palomas, muy cerca de Talavera de la Reina. Llegamos a las once y media. Cené muy poco, porque no tenía hambre, y tomé las uvas con la familia: lo mejor que me puede pasar.

Pido más publicidad para usted.
Siempre nos gusta estar ahí y tener publicidad, sí. Pero a veces es preferible pasar desapercibido. Me gusta estar tranquilo. Si me pongo a pensar, no estoy cien por cien concentrado. Fernando Carro a veces me dice que vaya con él a este o a cuál acto de los muchos a los que tiene que ir, y yo siempre le digo ‘que no, Fernando, que no, que todavía no me lo merezco’.


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