Su voz es tranquila y su tono de satisfacción. Rafael Nadal habla a través de una videoconferencia desde el coche que le transporta al aeropuerto, de regreso a Manacor. Después de 20 días vuelve con otra Copa de los Mosqueteros en su maleta. La número 13 de una historia que parece interminable. Está feliz. Con la tranquilidad de haber cumplido con su reto. No lo veía claro cuando hace 20 días llegó a París para jugar el Roland Garros más atípico que nunca antes había jugado. Se siente contento y orgulloso por la victoria, por haber ganado a Novak Djokovic, el número 1 mundial, el rival más duro, pero sobre todo por no “haberme fallado a si mismo”. Lo repite cada vez que puede está feliz por haber mantenido una actitud positiva durante el torneo. Ayer domingo pudo comer por primera vez con su familia “en una centa más tranquila de lo habitual”.

Nadal: "En la pista tuve una sensación casi perfecta" (leer noticia)