Andorra, donde esquiar no es solo la actividad predilecta en invierno
El pequeño país entre España y Francia ofrece múltiples posibilidades de ocio y deporte al aire libre
Andorra combina su espacio de aventura con una oferta gastronómica envidiable
La brisa de un aire puro, el blanco en el pico de las montañas hasta donde alcanza la mirada, la nieve cayendo suavemente en los mofletes de los visitantes que miran la magnitud de relieve que les rodea… Andorra tiene una particularidad muy característica de esos lugares que dejan a uno enamorado desde el primer momento en que se visita, y otra de esa inquietud de tener que regresar a hacer todo aquello que no dio tiempo a hacer la primera vez.
Andorra es blanca y mágica en invierno, con una oferta turística envidiable para un país que apenas cuenta con 80.000 habitantes. No cabe duda que el esquí es una de las prácticas más demandadas debido a los más de 300 km de pistas que ofrece la zona (Ordino Arcalís -30,5 km-, Pal Arinsal -63 km- y Grandvalira -215 km-), pero no es la única actividad que permite practicar la nieve.
Las posibilidades de la nieve
El Principado, de 468 km², cuenta con más del 90% de su territorio comprendido de naturaleza, y el 10% del paisaje natural que alberga ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, además del 18% Reserva de la Biosfera.
Con el frío del invierno y la nieve, sus montañas son el lugar ideal para practicar esquí alpino, de montaña o snowboard, pero la cosa no queda ahí. La nieve permite, ya sea pasear por los picos de las montañas más altas con raquetas o hacer ‘mushing’ yendo en un trineo tirado por perros de montaña, como practicar 'moonbike' por los bosques sintiendo la libertad de una bicicleta eléctrica con la potencia de una moto de nieve.
Más allá de las actividades sobre la ‘moqueta’ blanca, por su misma idiosincrasia, el entorno andorrano es propicio para realizar otras actividades deportivas como el ciclismo, el trekking o el senderismo, incluso disfrutar con alternativas en Naturland como el Tobotronc (el tobogán alpino más grande del mundo) o el Airtrekk (el 'skytrekk' más grande de Europa).
Ya en el valle de la montaña, el país combina su oferta de ‘shopping’ con otras opciones más relajantes como el spa de Caldea o una completa oferta de servicios de bienestar.
Espacio gastronómico
Una de las grandes apuestas del país es claramente con la calidad de la gastronomía, aportando un toque local con los sabores y productos de la alta montaña. Múltiples restaurantes del país siguen con la tradición culinaria influenciada por la cocina francesa y catalana, con ingredientes autóctonos que le dan una identidad única exquisita para los paladares más exigentes.
En la actualidad, la gastronomía tradicional se presenta en las casas de alta montaña conocidas como bordas. Antiguamente utilizadas para almacenar el grano y proteger el ganado, han sido transformadas y condicionadas como restaurantes. Aunque la diversidad de opciones hará que el dilema sea tener que decantarse por un local decorado en piedra seca, un 'racó' con decoración elegante o una borda con vistas de película.
Además del buen gusto por el comer, Andorra ofrece diferentes posibilidades de alojamiento según los gustos de cada uno. Desde un hotel en el centro neurológico de la actividad diaria hasta la opción más tranquila de dormir al lado de las estrellas a más de 2.000 metros de altura, o en un refugio en medio de la naturaleza. Cualquier estado de ánimo tiene su lugar en el Principado.
Un país con historia
En Andorra la Vella, la capital más alta de Europa, se encuentra el epicentro del país, y donde se ubica el gobierno. Pese a sus dimensiones, Andorra cuenta con uno de los parlamentos más antiguos de Europa y, de hecho, el más longevo desde que se implementó en esa misma ubicación, desde la Edad Media hasta 2011.
“La virtud unida es más fuerte”, es el lema del país, donde tradición y adaptabilidad van de la mano. La ‘Casa de la Vall’, sede del antiguo parlamento desde 1702, es un lugar imprescindible para conocer la historia de una zona única con dos copríncipes, aunque también existe la posibilidad de adentrarse al pasado con las diferentes rutas temáticas y museos que ofrece la zona.
Sin ir más lejos, Andorra tiene más museos por km² que cualquier otro lugar del mundo, solo superado por el Vaticano. Un territorio lleno de oportunidades.
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