El Tour de las metas en bajada
La prueba vivirá mañana miércoles y pasado, en el Portet y en Luz Ardiden, las dos últimas llegadas en alto
Una edición del Tour que ha apostado más por los descensos
Contra gustos no hay nada escrito y los de Christiam Prudhomme, director del Tour, se decantan a favor de las etapas de montaña que terminan en bajada. Otros especialistas igual preferirían otro diseño, alguna llegadita más con carretera empinada, aunque fuera una subida de 'cabras' de las habituales de la Vuelta; corta, a veces de apenas un kilómetro, a la que sería un pecado considerar como una montaña de verdad, pero que activan jornadas que, de otra manera, terminarían en un esprint masivo... en la Grande Boucle para que ganase Mark Cavendish y enviara a hacer puñetas el récord de Eddy Merckx.
Si se repasa el recorrido del Tour superado hasta ahora, oficialmente, solo se han programado dos llegadas en alto; las dos primeras jornadas en Bretaña, allí donde ganaron Julian Alaphilippe y Mathieu van der Poel. Y nada más, porque, aunque la segunda etapa alpina ascendió a Tignes, la pancarta de la cima estaba situada a un kilómetro de la meta. Y así se ha llegado a los Pirineos.
Durante la segunda semana de competición, mucho más sosa que la primera, tal vez uno de los inicios de Tour más intensos que se recuerdan, nadie vibró con alguna meta en altitud, ya que el doble paso por el Ventoux acabó con un largo descenso para que ganase Wout van Aert la etapa. Y, las dos jornadas iniciales en los Pirineos, se han resuelto en un descenso y en un llano.
Afortunadamente, hoy y mañana, llegan las dos montañas con meta de verdad en las alturas, sobre todo en el col de Portet, por encima de las nubes de Saint Lary, y después a Luz Ardiden tras el paso por el Tourmalet, la montaña más famosa en la historia de esta carrera.
También es cierto que con más llegadas en alto en el historial de este Tour y viendo el estado de forma de Tadej Pogacar la clasificación general, lejos de cambiar, podía haber marcado todavía más diferencias a favor del corredor esloveno y jersey amarillo. Pero de lo que no cabe duda es que habría activado mucho más la pelea entre sus perseguidos y la lucha por el podio de París.
Cuando una etapa termina en una bajada los escaladores más puros se reservan porque saben que el esfuerzo de ganar unos segundos en la cima se esfuma ante el riesgo de capturados en la bajada. Es, por ejemplo, lo que le ocurrió a Jonas Vingegaard después de atacar y de convertirse en el primer corredor que consiguió distanciar a Pogacar.
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