Historia SPORT

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La burbuja del Tour de Francia

ciclismo

Niza ya respira en sus calles el 'aroma' del Tour de Francia / AFP

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Cuando te acercas con el coche a la ciudad de Niza y abandonas la autopista lo primero que te sorprende es el aviso de las autoridades municipales. ‘El uso de la mascarilla es obligatorio en la villa de Niza’, informan los paneles oficiales. Pero cuando el visitante se adentra por las entrañas de la ciudad que acoge la salida del Tour 2020, a partir del sábado, lo primero que le choca es que parece que buena parte de los habitantes de la capital de la Costa Azul viven en otra realidad, circulan con la mascarilla a media asta o ni siquiera la llevan, como si la pandemia de Covid-19 no fuera con ellos. 

Todo cambia en el Palacio de Congresos de la ciudad; allí donde está el Tour, allí donde el doctor Soriano pide a todo el mundo el resultado de una prueba PCR -negativa, por supuesto- realizada esta misma semana. Es el requisito para formar parte de la familia ciclista y para tener derecho, aunque sea en una especie de córner, a penetrar en la burbuja de la carrera.

Si nadie se la salta, sobre todo los ciclistas y su entorno, se entiende que no habrá infectados y que el 20 de septiembre se podrá llegar a los Campos Elíseos de París sin sobresaltos, sin alarmas y estando más pendientes de lo que realmente debería importar y es saber quién ganará un Tour que empieza a finales de agosto, lo nunca visto desde 1903, y termina a las puertas del otoño. Y eso que ayer los equipos consiguieron que la dirección de la carrera rebajase el tono de las exigencias sanitarias.

Si la semana pasada se había estipulado que al segundo positivo de coronavirus de una escuadra, en el que se incluía a todo el personal, deportistas y asistentes hasta un máximo de 30 personas, serían expulsados de carrera. Ahora solo serán excluidos del Tour si los dos infectados son corredores; el resto de los componentes quedan al margen. 

Sin embargo, todos están advertidos: no se puede salir del hotel, la mascarilla, la misma que parece provocar repelús entre los vecinos de Niza, solo se puede retirar cuando se compite o cuando se está en la intimidad de la habitación. Por si fuera pocos a  los aficionados ni tocarlos, ni saludarlos, ni que se le ocurra a ningún participante coger un bidón salvador en plena crisis de montaña. Este no es solo el Tour de los enmascarados, es la ronda francesa de la distancia social y el frío simbólico.

PUERTAS ABIERTAS

Y eso que los aficionados tendrán más complicado que nunca acceder a la prueba, a pesar de que el Tour 2020 se disputa con público y no a puerta cerrada, algo imposible de controlar en una prueba deportiva que recorre diariamente más de un centenar de kilómetros por carretera y entre puntos distintos de salida y llegada. A los puertos de montaña -el próixmo domingo ya se han programado las primeras subidas por los alrededores de Niza- solo se podrá acceder a pie o en bici y como mucho en algún autocar que pondrán las organizaciones locales. 

El próximo martes comienza el curso escolar en Francia y se vuelven a abrir las escuelas. Y aquí están igual de preocupados que en España sobre lo que pueda ocurrir en los colegios con el dichoso virus. En julio, Francia está de vacaciones, como el mes de agosto en España, y las familias se vuelcan. El inicio del curso escolar impedirá a muchas de ellas, las que llenan las cunetas en julio, desplazarse a la ruta del Tour con los niños y las niñas en clase. 

Los hoteles permanecerán cerrados al público y se verá cómo se controla la pasión hacia las estrellas locales -Julian Alaphilippe, Thibaut Pinot y Romain Bardet- a las puertas del establecimiento hotelero de turno en el caso de que alguno de ellos destaque en la general.