Egan, de las letras a la bicicleta

Bernal (amarillo) llegando a meta con Thomas (derecha) y Castroviejo

Bernal (amarillo) llegando a meta con Thomas (derecha) y Castroviejo / AFP

Sebastián Vargas Rozo

Que el periodismo es uno de los oficios que requiere más pasion en el mundo es algo que está contrastado. No suele tener un costo-beneficio muy favorable para el que lo practica, pero los réditos a nivel personal suelen ser los más gratificantes. Eso, y una pasión por las letras de siempre, fue lo que enamoró a Egan Bernal en su adolescencia, según le contó a ‘El Espectador’, diario nacional de Colombia. 

“Mierda, creo que gané el Tour de Francia”, dijo en meta el sábado tras coronar Val Thorens. ¿Cómo fue que pasó de soñar con firmar piezas en un periódico a responder entrevistas siendo el protagonista?

O UNA COSA O LA OTRA

Era 27 de julio de 2013. Siete días atrás Nairo Quintana se consagraba como subcampeón del Tour de Francia. Egan lo miraba por TV mientras se veía obligado a reducir sus entrenamientos: entraba a la Universidad de la Sabana. A sus 16 años estaba decidido a enrolarse en las filas de la Comunicación Social. Por tanto, solo tomaba contacto con la bicicleta para ir y volver de Chía, municipio de Cundinamarca donde se situaba el recinto educativo. Pero el tiempo no le daba.

Su afición al ciclismo lo impulsaba hacia la competencia y él, reticente, veía en el periodismo una mejor salida. Acudió entonces donde su gran mentor, Pablo Mazuera, para consultarle qué hacer. “Estoy llegando siempre tarde a la universidad. No me alcanzo ni a bañar. Voy a perder el semestre. Me dijeron que me perdonaban las fallas si no volvía a faltar, así que tomé la decisión de retirarme y dedicarme de lleno a mi carrera”, soltó, esperando la respuesta de su ‘padrino’.

Fue entonces cuando, salomónicamente, Pablo decidió convencerlo: “Trabajemos un año más con esto. Tú mismo te darás cuenta si el ciclismo es o no lo tuyo. Si luego de este año no cuajan las cosas, vuelves al estudio”. Bernal asintió: solo tenía 16, volver con 17 no iba a ser ninguna catástrofe. Pero tampoco iba a tener tiempo de probarlo: hoy, ante una masa amarilla que coreaba su nombre en representación de Colombia, Egan comprobó que los pedales tiraron más que el teclado. Que él prefería estar delante y no detrás de la noticia. Su nombre estaba destinado a ser parte del cuerpo y no de la firma de un artículo. Porque los grandes nacen para ello, siempre.

GOLPES DE LA VIDA

Que no se diga que fue fácil para el de Zipaquirá. Con el Androni dio su gran salto a Europa, vitrina principal del ciclismo mundial. Rumanía lo vio coronarse por primera vez como campeón del Tour de Bihor por allá en 2016. Para el 2018, producto de su rendimiento, el extinto SKY (hoy Ineos) extendió sus tentáculos para traerlo. De un pupitre en la Universidad de la Sabana a un sillar en el Tour de Francia de 2018 al lado de Froome y Thomas, su primera ‘grande’ del ciclismo, donde obtuvo un impresionante puesto 15.  

El equipo británico lo tenía claro ese 2018: “Egan explotará definitivamente en La Vuelta a España”. Pero una caída en San Sebastián casi le cuesta el retiro definitivo. Se rompió la cara y perdió dos dientes. Una larga recuperación no le quitó su entusiasmo, y para el Giro de este año iba con la misma confianza del ahora Team Ineos. Pero el destino volvió a cebarse: sufría una caída en un entrenamiento en Andorra. Otra vez fuera de la cita y las fuerzas mermaban. Ahí estuvo su familia para no dejarlo caer y convencerlo de que el Tour era el objetivo. Y no se equivocaron. 

“Si tuviera que describir este momento, no sabría cómo”, dijo Egan con mente de redactor. Hoy París se rindió a sus pies en la etapa ganada por Caleb Ewan. Esa memorable entrada a meta con el maillot amarillo no la olvidará nunca más. “Y pensar que quería ser periodista”, soltó Pablo al verle. Hoy Colombia le da las gracias por haberle convencido de lo contrario.