Rafa Nadal: De Imola a la central del RCT Barcelona

Un jovencísimo Nadal con su primer trofeo de Barcelona

Un jovencísimo Nadal con su primer trofeo de Barcelona / JOAN MONFORT

Àngels Fàbregues

Àngels Fàbregues

El RCT Barcelona todavía tenía impregnado el olor de las rosas que invadieron sus instalaciones el día anterior con ocasión de la Diada de Sant Jordi.

Era un día muy especial para Rafa Nadal. Jugaba su primera final en las instalaciones de su club, ante sus amigos, familiares y una afición que ya le idolatraba tras ganar tan solo unos días antes el Masters 1000 de Montecarlo. Su leyenda se estaba empezando a forjar. Era tan solo un chaval de 17 años pero que mostraba una actitud en la pista que hacía presagiar grandes éxitos. Con su melenita, su cinta en la frente y esa camiseta de tirantes marcaba un estilo que Nike supo explotar al máximo y que pronto enamoró a sus fans. 

Esperaba el partido sereno, siguiendo las últimas instrucciones de su tío y entrenador Toni. Llegaba la hora pero aquella final tenía una férrea competencia. Fernando Alonso disputaba el Gran Premio de San Marino. Estaba siendo una apasionante lucha entre el asturiano y Michael Shumacher.

Todo el mundo estaba pendiente de la carrera con el español al frente. Estaba tan emocionante que nadie se acordó que era la hora de la final del Barcelona Open. Se decidió que Nadal y Juan Carlos Ferrero no comenzaran hasta que acabara el Gran Premio en Imola. Ganó Fernando Alonso. 

Un tenis perfecto

Con 15 minutos de retraso saltaron a la pista Nadal y Ferrero, que disputaban otra final española tras cuatro años. Las gradas se llenaron de golpe. Rafa tenía solo 17 años, pero todo el mundo le daba como favorito tras su exhibición en Montecarlo. Solo había una duda: cómo se encontraría físicamente tras tanto esfuerzo. Pero el balear era un portento y salió a la pista convencido de que tenía las claves para ganar su cuarto título de la temporada, el quinto de su carrera de profesional. 

Ferrero ni se enteró del primer set, pero reaccionó y le rompió el servicio en los primeros compases del segundo, algo que no habían conseguido ni Muller, ni Hrbaty, ni Calleri ni Stepanek en su camino hasta la final, pero Nadal no se puso nervioso. Con un tenis perfecto, mostrando una intensidad brutal, un físico impresionante y una mentalidad firme le comió la moral a Ferrero y le ganó en tres sets por 6-1, 7-6 (4) y 6-3 (entonces la final era al mejor de 5). 

Era el primero de los once que engrosan su palmarés. Después ganaría su primer Masters 1000 de Roma y au primer Roland Garros. Había nacido una estrella que 15 años después es ya una leyenda.