Badosa, de la depresión a besar la felicidad

A sus 23 años, la catalana parece haber encontrado el camino para explotar todo su talento y juego

Sumida años atrás en la ansiedad, ha eclosionado y, ahora sí, sueña con estar entre las más grandes

Badosa besa el trofeo de Indian Wells

Badosa besa el trofeo de Indian Wells / Indian Wells

Josep González

Josep González

La madrugada del lunes en España, mientras la mayoría de nosotros dormía, Paula Badosa, a sus 23 años recién cumplidos el pasado 15 de noviembre, enterraba sus últimos demonios. Esta catalana nacida en Manhattan, donde sus padres Josep y Mireia habían emigrado para hacerse camino en el mundo de la moda, hacía historia en la pista central del Tennis Garden de Indian Wells, una pequeña localidad en el estado de California plagada de millonarios y donde la renta per cápita es de 75.000 dólares.

Badosa se convertía en la primera mujer española que conquistaba este torneo tras un duelo épico ante la bielorrusa de 32 años Victoria Azarenka por 7-6(5), 2-6 y 7-6(2), y 3 horas y 4 minutos de un agónico intercambio de golpes. Ni Arantxa Sánchez-Vicario, ni Conchita Martínez, ni Carla Suárez, ni Garbiñe Muguruza… ninguna de ellas había conseguido este prestigioso Masters 1000, considerado el ‘quinto Grand Slam’ del mundo.

La tenista española, tras impartir durante todo el torneo una lección de tenis sólido y contundente, no pudo contener tras la final las lágrimas. Lágrimas de felicidad, por fin. Había aguantado estoicamente los nebulosos recuerdos que, en el pasado, la habían llevado a la desesperación y a pensar en romper la raqueta para siempre. Ante Azarenka, a la que seguía de adolescente por televisión, logró mantener la compostura, la mente fría y no bajar los brazos en ningún punto.

Mientras besaba jubilosa el trofeo de Indian Wells, su pasado, como un fulgurante ‘feedback’, pasó ante ella. Su marcha de Nueva York con 7 años y su llegada al encantador pueblo gerundense de Begur. Sus primeros raquetazos en el Club Tennis d’Aro. Su traslado a Valencia, con 14 años, al Tenisval con José Altur y Pancho Alvariño. Su regreso a Barcelona y su triunfo como júnior en Roland Garros en 2015.

PROMESA FRUSTRADA

Su talento estaba en boca de todos y su futuro como gran promesa y estrella del tenis parecía cuestión de tiempo. Pero su eclosión no llegaba. Comenzó a acumular derrota tras derrota. Todo eran sinsabores. Su cabeza no estaba preparada. Los problemas físicos la lastraban. Solo se autoalimentaba de presión y más presión. Pasaban los partidos, los torneos y Paula Badosa, la que todos habían señalado como prometedora estrella, no solo no brillaba, sino que su luz y su juego se apagaban.

La ansiedad y la depresión la sumieron en un profundo pozo. Lloraba a diario. Le daba miedo, incluso, pisar una pista. Lejos de disfrutar con el tenis, sufría. Competía atenazada. Su angustia estalló y se hizo pública.

Tocó fondo y fue entonces cuando tuvo la fortaleza necesaria para dejar de vivir arrodillada y abatida. Era un juguete roto. Y, tras dos años de travesía por el desierto, en 2018 el técnico Xavier Budó la rescató del oscuro agujero negro que la había engullido. Le hizo recuperar la autoestima, a creer en ella y a coger la raqueta con determinación. Modificó sus entrenamientos, su alimentación, su disciplina... y, sobre todo, su mentalidad. El tenis ya no era su enemigo; era su gran aliado.

EL RENACER

Badosa volvía a sonreír en las pistas. Logra cierta estabilidad en su juego y asciende de la posición 247 a la 143 del ranking mundial. En 2019 cae en primera ronda en el Open de Australia, no logra superar la previa en Roland Garros, cae en primera ronda en Wimbledon, en la primera del US Open, pero, aun así, alcanza el puesto 101 de la WTA.

En 2020 deja de entrenarse con Xabi Budó buscando abandonar los torneos ITF por los de la WTA y relanzar su carrera profesional. Para eso acude a Javier Martí, que la moldea como jugadora. De su mano conquistaría sus mejores resultados y daría un impulso notable a su carrera en el circuito. Iniciaría este 2021 como número 70 del mundo. Volvería a caer en la primera ronda de Australia, llegaría a la segunda ronda en el Masters de Miami, a las semifinales en Charleston y en Madrid, saborearía los cuartos en Roland Garros y abandonaría en silla de ruedas los cuartos de los Juegos Olímpicos de Tokio por un golpe de calor.

Paula daría, de forma inesperada, un nuevo rumbo a su trayectoria al dejar a Martí este pasado verano. Parecía que esta ruptura podría descentrar a la tenista española y acabar la racha ascendente que llevaba. Pero llegaría Indian Wells. Y la Paula Badosa que tanto prometía, por fin, apareció. Y, feliz, sonrió...