Centenario feliz de Nadal

Nadal alza el puño en señal de victoria. Es leyenda

Nadal alza el puño en señal de victoria. Es leyenda / EFE

Alba López

Continúa su camino Nadal con paso firme para sumar su 12+1 en Roland Garros e igualar a Roger Federer en Grand Slam (20). Ante Jannik Sinner, un discípulo avanzado de la 'Next Gen' que se ha destapado este año en Francia, el mallorquín volvió a ofrecer otra clase magistral de tenis a las que nos tiene mal acostumbrados en arcilla para  acabar imponiéndose por 7-6, 6-4 y 6-1 en un partido que sirvió para celebrar su centenario en el torneo galo, donde solo ha perdido en dos ocasiones (ante Soderling en 2009 y Djokovic en 2015). 98 victorias y dos derrotas. Datos de extraterrestre. Larga vida al rey de la tierra batida.

Antes de saltar a la pista Nadal ya sabía que en semifinales esperaba su verdugo en el torneo de Roma, el argentino Diego Schwartzman. En una épica batalla resuelta en cinco sets eternos, el ‘Peque’ se había deshecho (7-6 (1), 5-7, 6-7 (6), 7-6 (5) y 6-2) del reciente campeón del Open de Estados Unidos y finalista en las dos últimas ediciones de Roland Garros, el austriaco Dominic Thiem

La jornada había sido maratoniana. Empezó a las once de la mañana y Rafa no saltó a la pista hasta rebasadas las diez y media de la noche, en horario 'after hours'. Entretanto sellaron su boleto para la siguiente ronda en el cuadro femenino Danielle Collins (6-4, 4-6 y 6-2 ante Jabeur), Nadia Podoroska (6-2 y 6-4 contra Svitolina) e Iga Swiatek (6-3 y 6-1 frente a Martina Trevisan). 

La puesta en escena de Nadal fue arrolladora, con un juego blanco, pero respondió Sinner con idéntica medicina. Era el primer partido que el italiano disputaba en la Philippe Chatrier. Y no le amilanó el escenario, haciendo correr la bola a una velocidad endiablada en su estreno en la central de Roland Garros. Consiguió, incluso, forzar un 'break-point' en el quinto juego que salvó Rafa haciendo gala de su experiencia en este tipo de embites. El polvo de ladrillo de París es su casa y fue como mandar un mensaje a navegantes.

SUSTO Y RESURRECCIÓN

Aun así, no torció el gesto Sinner, encajador nato que iba para esquiador pero a quien a los 13 años le convencieron con buen ojo para coger la raqueta. Mal, desde luego, no le ido al chaval (19 años), el primer tenista de esa edad en alcanzar los octavos de Roland Garros desde que lo hiciera el propio Nadal en 2005. Tuvo al balear contra las cuerdas en el primer set cuando logró romperle el servicio y situarse 6-5 por delante y saque a favor. A la hora de la verdad, sin embargo, le temblaron las piernas y se vio superado por el huracán Nadal, que ejecutó el 'contrabreak' en el juego siguiente y culminó la faena en el desempate pasando por encima del italiano sin piedad (7-4 y a otra cosa mariposa). El paso adelante que había dado Rafa, dejándose ver hasta en la red, dio sus frutos. Una hora y once minutos que valieron la pena. El mosquetero estaba de vuelta.

No acusó Sinner, no obstante, el mal trago y logró recomponerse en el segundo set rompiendo el servicio por segunda vez a Nadal en el partido (3-1). Demostró el italiano una fe inquebrantable en sí mismo. Pero con Rafa a veces eso no alcanza y lo notó en sus carnes el discípulo de Riccardo Piatti en el momento que el balear le devolvió el golpe en un abrir y cerrar de ojos (3-3). El tenis de ambos estaba siendo excelso, aunque daba la sensación de que Nadal tenía un puntito más guardado bajo la cinta del pelo. Se comprobó en el noveno juego. Nadal dejó correr su derecha (esa zurda de oro) y puso pies en polvorosa: rotura, certificación de 'break' y set a la buchaca. Sinner había sacado su bazuca, fuego amigo para Rafa. A veces más vale maña que fuerza. 

El tercer set ya fue un paseo militar para el balear. Sinner bajó los brazos y aprovechó el número dos del mundo para cerrar el partido por la vía rápida (6-1). Pasado mañana, otra prueba de fuego para Rafa contra el 'Peque' Schwartzman en 'semis'. Roma mandó un aviso pero París es otra historia. Al cabo del camino probablemente espere Djokovic, el monstruo final del juego que Nadal se ha pasado 12 veces.