Xavi del meu cor

Xavi en Hamburgo

Xavi en Hamburgo / Valentí Enrich / SPORT

Juan Cruz

Juan Cruz

Lo único que sé de fútbol es que me gusta. Decir que el Barça de hoy no gustó ni al apuntador, es decir, al cronista que lo ama, es una declaración terrible de derrota.

Pues si hay un entrenador que ha desvelado las noches del pasado para hacernos creer que el futuro iba a ser nuestro, este es el muchacho que, en tiempos de Iniesta, hacía diabluras con la pelota, la llevaba adonde ahora podría llevarla Pedri y generaba la esperanza de que en un tris el equipo sería otro, mejor, más aguerrido, de fútbol más bello… y gol.

Anoche era el equipo una especie de guiñapo sin presente, ni pasado, pues lo que ha ganado en las últimas semanas puede añadirse al estupor de sus derrotas. No se gana porque no se pierda, en el caso del Barça, al menos. Porque jugar mal es una asignatura de suspenso para un equipo de estas característica.

Que del portero a Lewandovski sólo se haya salvado Ter Stegen es un mal mayor para un equipo que aspira a ser el mejor haciéndolo mejor que el que va mejor en la tabla. El Girona le gana, el gana el Madrid, le gana ahora un equipo menor de las ligas de Europa, de la Europa asimilada por la presente historia, y eso es algo que se convierte en lección terrible de desconsuelo.

Xavi de mi corazón… Ahora ya no hay remedio. Saca del tarro de las esencias estéticas la obligación ética de darle al equipo un empujón como los que tú mismo trajiste al campo en épocas en que parecía que jugar como Barça era distinto a jugar como cualquiera. Ahora el Barça hizo un fútbol cualquiera, y esto o se arregla o se rompe.