Por qué una victoria se transformó en un cabreo

Slavia-Barcelona

Slavia-Barcelona / AFP

Ernest Folch

Ernest Folch

Pocas veces una victoria europea ha generado sensaciones tan malas. Curiosamente, quien abrió esta vez la espita de la crítica fue el propio vestuario, que fue más rápido y más duro que el mismísimo entorno. Al terminar el partido de Praga llamaron la atención las caras largas de los jugadores primero, las sinceras declaraciones de Ter Stegen asegurando que tenían que hablar sobre lo sucedido, y el mal humor que destilaba la expedición en el viaje de vuelta.

Aunque parezca mentira, el Barça logró en Praga su sexta victoria consecutiva, que además le aseguraba el liderato de su grupo tres días después de haber conseguido el de LaLiga. Y sin embargo, el clima fue de gran decepción. Para entender este contraste hay que contextualizar el partido dentro de una temporada en la que el Barça ha sufrido demasiado en los tres partidos de Champions, en los que ha sido sometido por sus rivales en fases largas del encuentro, e incluso en goleadas ligueras como la del Sevilla (4-0) nadie escondió que el resultado era hinchado y no reflejaba el equilibrio real de fuerzas que se había visto en el terreno de juego.

sin soluciones adecuadas

Crece la sensación de que los resultados son mucho mejores que el juego. Pero además hay un factor especialmente hiriente dentro del seno del equipo: la comprobación de que el equipo sigue siendo mucho menos competitivo en la Champions que en LaLiga, y que los equipos europeos piden una exigencia para la que no tiene las soluciones adecuadas.

La forma en que el Barça se desplomó en los últimos minutos ante el Slavia recordó demasiado a la gran 'pájara' de Anfield, y evidenció que ahora mismo se está muy lejos de conseguir la fiabilidad y la solidez necesarias para evitar una tragedia como la de los últimos cuatro años. Esta constatación es la que convirtió una buena victoria en Praga en un torbellino de mal rollo. La buena noticia es que el grupo es capaz de hacer autocrítica, y de hacerla ya a una velocidad superior a la del propio entorno, que ya es decir. Nadie podrá decir, por una vez, que el negativismo es culpa de la prensa.