¿De verdad esto fue una final de la Champions?

El Liverpool se hace con la Champions

El Liverpool se hace con la Champions / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

El Liverpool de Klopp conquistó la sexta Champions en Madrid en un partido que quedó marcado por un penalti demasiado discutible antes que se cumplieran los 30 segundos. Fue una final sin fútbol, de dos colosos físicos pero que parecieron olvidarse de la pelota hasta el último cuarto de hora, cuando ya estaban rotos y el título era una moneda al aire.

Si el Liverpool terminó imponiéndose fue porque, dentro de la igualdad, demostró tener a un gran portero como Alisson Becker, pero para cualquier espectador que no fuera un hincha de cualquiera de los dos finalistas fue un partido plano donde apenas destacó nada emocionante, a parte de la formidable velocidad de Sané, la personalidad de Kane o la brutal seguridad de Van Dijk. Y es que la Champions es sin duda el gran escaparate del fútbol, un colosal acontecimiento deportivo seguido por más de 500 millones de personas y que ayer dio en un Wanda majestuoso un paso más para envolverlo de la mejor forma posible: la ceremonia inaugural fue espectacular y las imágenes de las aficiones invadiendo Madrid antes de la final ponían la piel de gallina.

Pero dentro de cualquier envoltorio llamativo debe haber un caramelo que esté a su altura, y resulta que cuando se puso el balón en juego, los espectadores se encontraron con un espectáculo anodino y gris, donde lo único extraordinario fue el increíble despliegue físico de los dos equipos, torpes con el balón pero feroces en la presión y la recuperación del balón. Vimos sobre el Wanda 22 atletas perfectamente guiados por sus entrenadores, pero lo que a penas se vislumbró fue el talento y la creatividad que son los que en definitiva hacen del fútbol el deporte más universal.

Se escribirá mucho estos días sobre el Liverpool, un club admirable que con esta sexta Champions ocupa la 3a plaza de equipos más laureados de la historia tras el Real Madrid (13) y el Milán (7), y despegándose del Barça y el Bayern, con cinco. Se escribirá mucho sobre la primera Champions de Klopp, su arrolladora personalidad y su envidiable energía. Pero del partido nadie se acordará, porque casi no hay nada que recordar, a parte del envoltorio. Cuando terminó el partido era inevitable preguntarse si lo que habíamos visto era de verdad una final de la Champions.