Trancas y palancas

Joan Laporta, convencido de la inscripción de los fichajes

Joan Laporta, convencido de la inscripción de los fichajes / David Ramírez

Rubén Uría

Rubén Uría

Vender activos nunca es buena noticia. Hace falta ser un tonto a las tres (y también un rato después) para no darse cuenta. A trancas y barrancas. Al fondo, las palancas. Y con ellas, la interpretación a la carta del personal, a gusto del consumidor.

Hay quien las considera “pan para hoy y hambre para mañana”, la antesala del apocalipsis que derivará en el innombrable anticristo que aparece en las peores pesadillas del socio: la conversión en Sociedad Anónima.

Al otro lado de la ventanilla aparecen los que abrazan las palancas, los que creen que son el milagro de los panes y los peces y los que tienen miedo a salir a la calle, por si les ficha Mateu Alemany. Hay de todo, como en botica.

Como a uno le pagan por opinar y no por apasionarse, convendría hacer un ejercicio de empatía y ponerse en el lugar del presidente del Barça. ¿Qué debería haber hecho tras recibir un club endeudado, con fondos propios negativos, con una afición deprimida, con una plantilla repleta de contratos surrealistas, una masa salarial disparada y el ‘fair play’ excedido? ¿Debería haber reducido salarios, contener gastos, no fichar a nadie y comerse el ‘marrón’ de Bartomeu como si el club pudiera permitirse temporadas de transición? Pues, no.

Laporta ha sido fiel a sí mismo. Ha visto que el club se moría, que estaba en la UVI y ha tomado una decisión que no quería tomar: activar las palancas, ponerlas en marcha y correr riesgos. Primero, porque es un optimista incurable. Y segundo, porque es un hombre de acción.

Ha hecho justo lo que los socios que le votaron intuían que haría. Pisar charcos y tomar riesgos. Activar palancas, encontrar socios comerciales, rebajar sueldos, sacar a jugadores que no se quieren ir, renovar a otros, fichar jugadores que parecía que no podían llegar y trabajar para su inscripción está siendo como escalar el Everest sin oxígeno. A pleno pulmón.

Hay quien aplaude a rabiar cada decisión de esta junta, sin tener capacidad crítica y poniendo alfombra roja a cada movimiento. Bastante peor es lo de las marionetas mediáticas de Bartomeu, que ahora salen del sarcófago para atizar al actual presidente por cada cosa que hace o dice, cuando antes se comían a besos al anterior.

La realidad es que Laporta sabe que está corriendo riesgos y que, de la mano de Mateu, Jordi y Xavi, se ha propuesto reflotar un club que tenía más agujeros que el ‘Prestige’. El tiempo dirá.

Laporta tiene muchos defectos, pero la cobardía no es uno de ellos. Está alternando errores y aciertos, pero si de algo no se le puede acusar es de conservador. La historia y el tiempo le juzgarán. Y, sobre todo, los resultados. Una cosa es fichar y otra, bien diferente, ganar. Para eso no hay palancas.