Hasta siempre, querido Camp Nou; adiós, Barça

La despedida del Spotify Camp Nou

La despedida del Spotify Camp Nou / Valentí Enrich

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Las piedras no tienen vida, pero sí tienen la capacidad de emocionar. Si se han trabajado bien, si quienes han puesto sus manos en ellas lo han hecho con delicadeza, el tocho y el cemento no siempre ensucian el paisaje. El Camp Nou es un gran ejemplo. Es un gigantesco coliseo cuya decrepitud no le ha hecho perder su natural belleza, como la de esos ancianos que un día fueron jóvenes y mantienen el mismo brillo en un rostro arrugado. El estadio, en silencio, desprende el aroma de las grandes gestas y es posible desde cualquier rincón imaginar jugadas imposibles, rememorar pasiones desatadas y reconocer gritos desgarradores de dolor. Supura lágrimas de tristeza y de alegría por cada una de sus muchísimas grietas, surcadas por el paso del tiempo y de la historia.  

El Camp Nou ha visto jugar al futbolista más grande que jamás recordaremos, Leo Messi, que tuvo que dejar su Argentina natal para mimetizarse con el escenario de sus hazañas y hacerse gigante. Ha visto bailar a Kubala, volar a Cruyff, dibujar una chilena imposible a Rivaldo, reinventar el regate a Romario, cabalgar a Ronaldo (el bueno) o hacer temblar a altas horas de la noche a Ronaldinho. Una galería de escenas irrepetibles. Puro arte.

Todo eso es ya historia, por eso se le ha despedido con honores de majestad, por eso la ceremonia de despedida ha durado días y ha involucrado a prácticamente todo el barcelonismo. El nuevo Camp Nou se alzará sobre las ruinas del viejo, pero nada ya será lo mismo. Nada ya será igual. Nada. Lo vivido estos días ha sido la metáfora perfecta para despedir, de hecho, al Barça tal y como lo conocieron y conocimos. Echaremos de menos nuestro refugio culé, abrazarnos con extraños, el ondear pañuelos blancos y agitar cartulinas de colores para dibujar mosaicos monumentales. El humo de los puros forma parte ya de la eternidad y el de los cigarrillos furtivos encendidos durante el descanso en las entrañas del estadio es solo un recuerdo pasajero. 

A partir de ahora, socios y socias, solo manda el dinero, generado por ese fútbol codicioso que ha convertido el mejor deporte del mundo en un negocio más del sistema. Acudiremos con nuestra camiseta, cada año renovada previo pago de cien euros. En ella lucirá el escudo diseñado por una multinacional que se inspirará en lo que un día fuimos para seguir engañándonos. Y el azul y grana, hoy amenazado por un blanco comercial, nos definirá como el club que un día fue y que nunca más será. Adiós, querido Camp Nou. Adiós, Barça. Siempre te querremos.