El primer gol del niño

Lamine Yamal marcó el 2-1 al final de la primera mitad del partido disputado en Granada

Lamine Yamal marcó el 2-1 al final de la primera mitad del partido disputado en Granada / Javi Ferrándiz

Juan Cruz

Juan Cruz

El árbitro inauguró en Granada la época en que ya Negreira va a formar parte de los tópicos de la grada, en este caso la aplicación de ese apellido para avergonzar cualquier gesto malvenido por la concurrencia local.

Menos mal que Yamal hizo su récord y que el Barça empató el 2-0. Hubiera sido, en Granada, el mayor tropiezo azulgrana. En este caso aquella invocación al famoso apellido fue avanzado el partido, cuando los granadinos vieron en peligro la continuidad de una victoria que nació en el segundo dieciocho del partido, se prolongó con otro gol inmenso de Bryan Zaragoza y se puso en peligro tantas veces como el Barça trató de rememorar el triunfo épico ante el Celta en casa. 

En uno de esos lances, cuando ya el Barcelona había acortado distancias, se sintió en la grada (lo escuché en la SER) el famoso apellido en litigio. “¡Negreira!” Después el Barça siguió apurando sus posibilidades y consiguió un empate que parecía un milagro ante un portero que fue, ay, mejor que Ter Stegen. Lo que pasó luego, en medio de aquel suspiro de portería a portería, es que Joao Félix y Ferran estuvieron a punto, en zonas distintas del área, de marcar el tercero. Y lo marcó Joao Félix. Legal, no estaba en fuera de juego, era un alivio total. 

Pero el árbitro (y sus asesores) vieron que en el otro extremo de la línea estaba Ferran fuera de sitio. No tiró Ferran, no estaba en ello, pero el milagro arbitral dejó al Barça tiritando. La única buena noticia, que nadie pudo malversar, fue aquel gol de Yamal, el primero que un chico tan joven marca en su vida profesional. Un muchacho. El gol del niño. El resto es silencio, pena, y árbitro.