El gafe de Fernando Alonso

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El motor Honda se rompió cuando Alonso firmaba una gran carrera. / MOTOR

Enrique González

Enrique González

Increíble. Es el primer calificativo que se me ocurre para calificar lo que le sucedió el pasado domingo a Fernando Alonso en Indianápolis. Rotura del motor, no puede ser. Es una broma. Pero sí, queridos amigos, lo que iba camino de convertirse en una proeza, hubiera ganado o no, se torció a poco más de veinte vueltas del final, un suspiro en el oval americano. Otra vez el motor Honda le jugó una mala pasada y van… Ni me quiero imaginar lo que habrá pasado por la cabeza del asturiano cuando se vio obligado al abandono, un carrusel de coincidencias que esta vez no tocaba.

Alonso estuvo soberbio en una de las carreras más “jodidas” que se celebran en el mundo. De hecho, el desenlace de su actuación merecía otro final. Lo dio todo, lidero varias vueltas, y eso que era la primera vez que rodaba allí. Sobresaliente el piloto español. Tiró de experiencia, exhibió sus mejores cartas y dio la cara. Creo que ha sido una de las mejores carreras de su vida, aunque personalmente opino que ese día debería haber estado en Mónaco. Su ausencia en la carrera de las carreras, y para lo que está contratado, se convierte en un nuevo fallo en una trayectoria plagada de errores y más errores.

De lo que me alegro es de Oriol Serviá.  El piloto catalán, ya era hora, ha visto recompensado un destierro del que prácticamente nadie había dicho nada. Faena también la suya que, cuando optaba por entrar en el “top cinco”, un accidente, prácticamente al mismo tiempo que Alonso abandonaba, le dejaba fuera. No terminó, pero una vez más demostró su clase y ha tenido el correspondiente eco por la presencia del asturiano. Me alegro por él.