Opinión

La madre de todas las crisis

El escudo del Barça, sobre el césped del Camp Nou

El escudo del Barça, sobre el césped del Camp Nou / SPORT

El Barça está en crisis. No en una de esas crisis que se solucionan cambiando de entrenador o fichando al futbolista del momento para envolverlo de humo anestesiante y mañana será otro día. Nada tiene que ver con la sequía de los setenta y los ochenta, ni la de la oscura etapa presidencial de Joan Gaspart. Nada tiene que ver con las telarañas que decoran la caja ni con los anónimos acreedores que esperan su momento para repartirse el pastel. El Barça está en la peor crisis que ha sufrido a lo largo de sus 125 años de historia porque el problema va más allá de su presidente, su estructura, sus jugadores, los títulos o la economía. La crisis que atraviesa el Barça es de identidad.  

Mientras el barcelonismo sigue centrado en discutir el trabajo de Xavi, debatiendo sobre la conveniencia de su anuncio o de si su marcha debería ser inmediata o en diferido, mientras la polémica gira alrededor de quién le sustituirá o de si habrá dinero para fichar, el Barça sigue hundiéndose en un pozo que parece no tener fondo, transformándose en una caricatura insultante de lo que un día fue, alejado de la grandeza con la que, con más o menos títulos, con más o menos dinero, se paseaba orgulloso por el mundo. El club camina hoy sin rumbo y sin reconocerse en el espejo, sin tener ni la más mínima idea de quién es ni quién ha sido.  

Hace un año el club lanzó un eslogan con el que buscaba involucrar a su afición y a sus socios al mismo tiempo que actuaba de forma absolutamente contraria a su propósito: tú eres el Barça. Una afirmación tan rotunda como intrascendente porque antes de interpelar a una masa indeterminada que, de una u otra manera, se identifica con el club, habría que preguntarse lo realmente importante: ¿Qué es el Barça? Esa es la madre de todas las cuestiones. Y es urgente obtener una respuesta porque sin identidad y sin alma nada tiene sentido. 

Nunca antes el Barça había dudado de quién era, orgulloso de su catalanismo, digno en la derrota y fiel a sus esencias. Ganador o perdedor, rico o pobre, pero siempre consciente de sí mismo, sin fisuras, sin dudas, leal a su historia. Sus socios son hoy clientes que pagan la cuota anual y poco más. El barcelonismo militante está adormecido, asumiendo sin inquietarse que un día el club ya no será suyo. ¿Qué más da? Nada importa, nada parece irritar a nadie más allá de si el equipo juega bien o juega mal, de si los primeros veinte minutos vale, pero el resto fatal. Chorradas. Tonterías para entretener a una masa irreflexiva que ha perdido incluso la capacidad de tener esperanza, la única cosa que no puede perderse nunca porque sin ella no queda nada. Solo el más absolutos de los vacíos. La inexistencia. El no ser.