¡Al loro, que no estamos tan mal!

El presidente de la entidad barcelonista Joan Laporta hizo un discurso que ya forma parte de la historia reciente del club

Las mejores imágenes del partido entre el Inter de Milán y el FC Barcelona del grupo F de la Champions League disputado en el estadio Giuseppe Meazza en Milán. Ansu Fati

Las mejores imágenes del partido entre el Inter de Milán y el FC Barcelona del grupo F de la Champions League disputado en el estadio Giuseppe Meazza en Milán. Ansu Fati / Valentí ENRICH - SPORT

Toni Frieros

Toni Frieros

En abril de 2008, en el Congreso Mundial de Penyes del FC Barcelona celebrado en L’Hospitalet, y ante 864 peñistas de toda Catalunya, España y otros rincones del mundo, el presidente de la entidad barcelonista Joan Laporta hizo un discurso que ya forma parte de la historia reciente del club.

El entonces presidente del FC Barcelona, ante las duras críticas que recibía por el mal momento que atravesaba el equipo de Rijkaard y Ronaldinho, arengó a los presentes con tono vehemente y encendido, pronunciando aquella famosa frase de: “¡Al loro, que no estamos tan mal!”, para añadir otra no menos famosa: “Me están embaucando a algunos de ustedes y no me gusta que les engañen”. Al final de esta temporada, el Barça sumó su segundo año consecutivo sin ganar un título, se marcharon Rijkaard, Ronaldinho y Deco… y Laporta salvó una moción de censura por los pelos. Tabla rasa, Pep Guardiola al banquillo... y ya conocen lo que vino después.

De la misma forma que el Barcelona tiene su propio ADN futbolístico, también es cierto que la entidad azulgrana transporta en su sangre algunos genes autodestructivos. Sí, ese espíritu cainita que hace que muchos socios, aficionados y seguidores culés, no todos, nunca estén contentos ni satisfechos. Ni con el club (la junta directiva) ni con los jugadores. No disfrutan del camino. Muchas cuitas han acabado en los juzgados (acción de responsabilidad, avales, espionajes…), aunque afortunadamente todas esas carpetas se han ido cerrando una tras otra.

El presente. Pocos días después de cumplirse los 120 años de vida del FC Barcelona, los equipos profesionales del Barça (fútbol, fútbol sala, baloncesto, balonmano, hockey patines y fútbol femenino) son líderes en sus respectivas Ligas y siguen vivos en sus competiciones europeas. Este dato, por sí mismo, ya debería ser un motivo de felicidad para la masa social, porque es una circunstancia de la que muy pocos clubs pueden presumir. Después se ganarán o no esos títulos, pero se demuestra que el FC Barcelona pone toda su maquinaria, estructural y financiera, para ser la mayor potencia deportiva del mundo. Sí, porque lo es. Y eso, precisamente eso, es lo que le debería llenar de orgullo a todos los barcelonistas.

La temporada pasada, por ejemplo, todos los deportes profesionales llegaron a las puertas del título europeo. No los ganaron, es cierto, de ahí la lógica decepción, pero el espíritu competitivo de los equipos del club siempre es extraordinario. No olvidemos de dónde venimos. Durante decenios, el Barça se tenía que conformar con ver a otros equipos ganar títulos. Ya hace tiempo que el Barça dejó de ser un club perdedor para convertirse en ganador.

Hoy, lo que más me gusta del FC Barcelona y su entorno es la ausencia de autocomplacencia, el alto nivel de exigencia que hay siempre, dentro del terreno de juego y también en los despachos… Es una entidad viva, ambiciosa, que quiere ser cada día mejor. Acepta como una de sus señas de identidad ese control exhaustivo que se hace desde el exterior, día a día, cada hora, donde todo se escudriña, todo se analiza y todo se debate. 

Así que, como decía Joan Laporta, ¡al loro, que no estamos tan mal!