En Japón, ni toreros ni samurais: pilotos

El GP de Japón es el escenario donde la pureza de la F1 y el amor por la misma se manifiesta en su máxima expresión

Sainz, en el circuito de Suzuka con sus fans japoneses

Sainz, en el circuito de Suzuka con sus fans japoneses / Scuderia Ferrari

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Siempre me ha fascinado el frikismo que envuelve el GP de Japón, el escenario donde la pureza de la F1, y el amor por la misma se manifiesta en su máxima expresión. La cultura y el conocimiento de este deporte aparecen aquí en su máxima declinación. El respeto y la consideración hacia todos los pilotos de la parrilla se hace evidente en Suzuka como en ningún otro lugar en el campeonato.

Aunque a veces ello comporte algún que otro “despiste”, como el del aficionado que cada año aparece vestido de torero y con una bandera asturiana en un acto de apoyo a Fernando Alonso, más cargado de buena intención que de información. A no ser que se me haya escapado alguna pasión oculta del de Oviedo por la tauromaquia. Una vez hasta encontré unos chicos con una pancarta de unos fans de… nuestras transmisiones en Movistar… ¡¡¡En Japón!!!

También me llama la atención el lenguaje marcial que emplean algunos voceros cuando hablan de gladiadores, samuráis, guerreros y otros términos belicosos para intentar ensalzar la gallardía de los ases del volante. Y, por supuesto no me pasa por alto las referencias a la fauna cuando con la misma intención se habla de miuras, gallos, chacales, gatos panza arriba, y demás bestiario.

Miren, perdonen, pero ni lobos ni Rambos, son pilotos. Con unos atributos como los del caballo de Espartero, eso sí (vaya, perdonen, ya se me escapo un bicho más propio de “Fauna” que del “Auto-Hebdo”).

Suzuka es una pista “old school”, exigente con la conducción a nivel extremo, rigurosa con la mecánica hasta la extenuación, y, por supuesto, no apta para pusilánimes.

Me encantó que Ferrari permitiera competir en Monza a sus dos escuderos (glups, ¡otra!… aunque esta sacada de “El guerrero del antifaz”) sin que mediaran órdenes de equipo. Aquello fue un "salgan y disfruten", que dijo El Profeta del gol. Un regalo para el espectáculo, un ardor (no guerrero, sino de estómago) para quienes leen las carreras con la bandera puesta como una venda en los ojos y no como lo que son: un deporte.

Me encantó que Ferrari apostara por Sainz en Singapur… y que Leclerc lo asumiera con la dignidad que lo hizo, teniendo en cuenta la prestación acreditada por el español durante todo el fin de semana. Con profesionalidad. Un concepto que, cuando a uno le pagan por hacer algo, está por encima de los himnos y otros sentimientos de sabor rancio. Incluso de los abonados al peloteo permanente.

Lo que Carlos ha hecho en las dos últimas carreras, bueno en realidad lo que viene haciendo durante todo el año, confirma su madurez absoluta como piloto. ¿qué más tiene que hacer Carlos para que la Scuderia selle, anuncie y proclame su renovación?

Carlos Sainz padre siempre dice que en la F1 hay que ir mandando mensajes de forma continua. Lo que su hijo ha entregado en estas dos últimas carreras no es un mensajito, un texto con 140 caracteres, sino una autentica tesis doctoral. Cum laude, por cierto. Y si hay alguien que no lo entiende, ya se lo traduciremos al francés.

No se qué Ferrari veremos en Suzuka. Ni por supuesto con que Aston Martin nos encontraremos. Ni tan siquiera me atrevo a vaticinar si el comportamiento del Red Bull dependerá de la altura a la que lo ajusten (¡a otro perro con ese hueso!)… o del rigor con que se mida la flexibilidad de sus alerones.

Lo que sí tengo claro es que la carrera que nos espera este fin de semana en Japón promete emociones interesantes. Porque de esto va la cosa: de carreras, de coches y de pilotos. No de super-héroes Marvel ni de “Hazañas Bélicas”, y mucho menos de trifulcas entre bichos, porque esto no es “El hombre y la tierra” sino el mundial de F1, damas y caballeros, por muy chulo que sea el tatuaje que Don Fernando Alonso Díaz luce en su cogote. Que lo es.

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