La ilusión de (ganar) un Mundial

Entrenamiento de la selección española

Entrenamiento de la selección española / EFE

Robert Moreno

Robert Moreno

Cada cierto tiempo me encuentro con una situación que no me sorprende, pero que me da una información crucial para entender mi profesión. Y es que, a veces, no muchas, le explico a amigos o conocidos lo que supone ser entrenador. La cantidad de personas que tenemos a nuestro cargo. La profundidad con la que se analizan los partidos. La dificultad que tiene mejorar a los futbolistas en un fútbol cada vez más profesionalizado.

La presión que supone ponerte ante los micrófonos y tener que lanzar mensajes en momentos con emociones a flor de piel. Y todo siempre sabiendo, que como entrenador eres el máximo responsable de lo que le pase al equipo. De todo lo que le pase al equipo. Tengas control sobre ello o no. Siempre ha sido así y debe seguir siendo así. Pero también acepto, que hay mucha gente a la que no le interesa lo que pasa tras el escenario. El pasado fin de semana tuve la oportunidad de asistir al teatro Victoria en Barcelona para disfrutar del espectáculo de Antonio Díaz, el Mago Pop. Allí sentado me di cuenta de que lo que nos ofrecía aquel chico de Badía del Vallés, que un día fue un niño de ilusión, era excepcional a la vez que motivador. El nombre del espectáculo genera grandes expectativas: “Nada es imposible”, incluso a priori se podría decir que es algo grandilocuente. Pero nada más lejos de la realidad. Perseguir tus sueños no siempre da resultados, pero no perseguirlos es algo que no te puedes permitir.

Dicen que la vida pasa rápido, pero no es verdad. Creo que muchas veces malgastamos el tiempo, y eso hace que se genere una sensación de que pasa rápido. Como decía el Mago Pop, todo es relativo, y es la percepción que cada uno tiene de los sucesos que acontecen lo que te hace vivirlo de una manera u otra. Seguramente entre el público había una diversidad de sentimientos de los espectadores respecto a lo que vivimos allí. No por disfrutar del espectáculo, que es imposible no hacerlo. El espectáculo es digno de recoger todos los halagos que se puedan hacer. Me refiero más a la curiosidad por saber qué pasa detrás de cada una de las ilusiones que allí experimentas. Y digo que experimentas porque algunos privilegiados forman parte de ellas. Y en eso creo que es algo que pasa en el fútbol. Los espectadores son los que disfrutan de un deporte que se ha vuelto un espectáculo. Al final, no todo el mundo quiere saber qué se cuece detrás de lo que puedes experimentar. Lo que sí es común a todos es valorar la experiencia. Todos sabemos si un plato de un restaurante nos gusta mucho o poco. Pero la mayoría no necesitan ver el proceso de creación de ese plato. Todos sabemos si hemos disfrutado de una obra de teatro. Y pocos se preocupan por toda la gente que no sale en el escenario y que siendo muy importantes también han participado. Creo que en el fútbol pasa algo parecido. Todos queremos que nuestro equipo gane. Algunos también exigen que lo haga de una manera determinada. Otros pocos necesitan que les expliquen por qué se han dado los resultados que se han dado. Y unos cuantos necesitan tenerlo todo. Y para mí la conclusión es clara. Las emociones son algo común a todos los seres humanos. Vivir emociones positivas te hace sentir bien. Vivir sensaciones excepcionales es algo alucinante. Y eso es lo que demanda la afición de un club. Sentirse parte de algo más grande que tu mismo. Vivirlo con tus congéneres sabiendo que no estás solo y que puedes disfrutar con ellos y también, a veces, sufrirlo. Porque las cosas en grupo tienen un efecto exponencial. Es una de las principales cosas que me empujan a ser entrenador. Poder ser un catalizador de emociones. No sé si alguna vez seré capaz de participar ayudando a un grupo de jugadores a generar un vendaval de emociones como el que nos hizo sentir Antonio Díaz a los presentes en el teatro Victoria el pasado fin de semana. Pero sí que es uno de los motivos que me mueve a no detenerme por muy grande que sea el obstáculo.

Y llegó el parón…

Y no me refiero a que en mitad del espectáculo haya una pausa. Hablo del parón de LaLiga. Y ahora nos enfrentamos a un nuevo escenario que solo alemanes y sudamericanos conocen. Un parón a final de año para poder disfrutar de una obra que solo sucede cada cuatro años. Y de esto, cuando me preguntan, no sé qué responder. Solo soy capaz de suponer, de intuir, de lanzar conjeturas sobre qué va a suceder con los equipos y en el propio Mundial. Va a ser un periodo que, dependiendo del número de internacionales que tengas, será de una manera u otra. Si tienes muchos, vacaciones obligadas. Si tienes pocos, vacaciones obligadas, y pretemporada bis. Así que los momentos que unos y otros vivirán serán diferentes. Pero, como todos sabemos por propia experiencia y por consejo del Mago Pop, el tiempo lo relativiza todo. Y lo hace de forma positiva o de forma negativa. El tiempo será el mismo para casi todos, pero no sabemos como lo aprovechará cada uno. Es un momento de reflexión en el que la distancia con la competición hará que las rachas positivas o negativas pierdan fuerza. Porque las dinámicas se alimentan de victorias o derrotas constantes. No te permiten un periodo de ayuno. Como siempre, cuando haya pasado este periodo y empiecen a suceder las cosas, seremos capaces de predecir el pasado. Y todos nos lanzaremos en masa a dar argumentos muy creíbles para las situaciones que ya hayan pasado. Pero pocos serán los que hayan sido capaces de anticipar lo que va a pasar. Igual que pocos economistas, aunque muy cualificados, vieron venir la crisis de las hipotecas “subprime”, pocos analistas acertarán sobre el nuevo escenario. Y nos dirán cosas como que el próximo mundial es el culpable de la derrota o el bajo rendimiento de algunos equipos en los partidos de la pasada semana. Algo muy asumible y coherente para explicar esos malos resultados sin tener que entrar en más detalle. Pero al final del Mundial, y al final la actual Liga, volverá a haber equipos que han ganado y equipos que han perdido. Y eso será debido a múltiples factores. … para que empiece el Mundial. Ganar en competiciones de alto nivel como las grandes ligas que hay en Europa, competiciones europeas o campeonatos internacionales es dificilísimo. Preparar un partido, jugarlo y acabar ganando tiene muchas posibilidades de aparición de errores que no te permitan conseguir el objetivo. Se vive cerca del precipicio permanentemente. Pequeños detalles pueden condicionar un marcador. Lo vamos a vivir de forma acentuada en el Mundial. El torneo internacional por excelencia, el más visto a nivel mundial es un torneo corto y con poco margen de error. El sistema de competición es cruel a la vez que esperanzador. Puede ser cruel para selecciones con altas expectativas, y esperanzador con otras para las que las expectativas son menores o directamente ya han alcanzado su premio con la sola participación. Es una competición que implica a todos, a todo el mundo. La siguen los aficionados de las selecciones participantes, pero también muchos de las que han sido eliminadas. Llegar es duro, participar dificilísimo, ganarla es casi imposible… Creo que en muchos sentidos sustituye a las luchas tribales de hace miles de años. Lo hace de forma civilizada. Pero es ese momento en el que todas las personas de un mismo país sea cual sea su posición, se sienten iguales ante un acontecimiento. Por eso creo que el fútbol es grandioso como elemento social.

Los futbolistas serán los protagonistas.

Como entrenador, o seleccionador, que no es exactamente lo mismo, solo puedes intentar ayudar a los protagonistas. Pero lo puedes hacer hasta cierto punto. Es verdad que un entrenador tiene muchas responsabilidades y puede guiar al grupo para que encuentren el camino hacia la victoria o la derrota. Y en una liga todavía más por la cantidad de entrenamientos e interacciones que tienes con tus jugadores. Pero en un torneo de selecciones, tan corto como el Mundial, el porcentaje de responsabilidad se decanta claramente hacia los futbolistas. Los seleccionadores, eligen jugadores y preparan contextos más o menos esperados, que no es poco. Tienen que actuar como timón, representan el estado de ánimo del grupo y casi del país. Seguramente eligen a los jugadores que consideran más aptos para jugar juntos en una forma concreta. Y con toda certeza, alejados de lo que la gran masa piensa que son los mejores futbolistas de su país. Porque para eso tendríamos un debate infinito. Os aseguro que es el principal interesado en ganar. No es una acumulación de talento al peso. Es una receta que debe saber bien. Los ingredientes justos para no pasarte, ni quedarte corto en el sabor que quieres conseguir. Y combinar jugadores de un mismo equipo que lo estén haciendo bien en la competición domestica, tiene buenos ejemplos en la historia de los mundiales: la propia España con el Barça en 2010, La Holanda del Ajax en el 74, la Alemania del Bayern en los 70, o la Italia de la Juventus en el 82. Eres el director artístico de la obra, pero no apareces en ella. Y está claro que, respecto a la competición, los Seleccionadores se enfrentan a la ya de por si normal incertidumbre de un partido, pero de forma exponencial. Y nadie puede preparar la incertidumbre. Solo puedes reducirla un poco. Generar confianza en tu grupo y darles un contexto favorable. Por eso son los futbolistas los verdaderos protagonistas. Los que ante un estado de máxima tensión no cometen errores o los aprovechan si son de los adversarios. Los que con sus acciones en momentos de caos, pueden decantar la balanza con decisiones que emergen de la nada. ¿Nunca habéis experimentado esa sensación de ver hacer algo a un futbolista que os alucina por lo imprevisible que resulta? Ellos son los que pueden hacer aparecer un helicóptero en un teatro, o… tampoco quiero hacer un “spoiler” de “Nada es imposible”. Mejor ir a verla. Por eso, en el Mundial que todos podremos disfrutar, mientras haya tiempo y “La Roja” tenga opciones… Todo es posible.