Opinión

Ganar, ganar y volver a ganar

Saber perder es más difícil que saber ganar

Araujo y Gündogan, cabizbajos en el Clásico del Bernabéu tras el gol de Bellingham

Araujo y Gündogan, cabizbajos en el Clásico del Bernabéu tras el gol de Bellingham / VALENTÍ ENRICH

Ganar, ganar y volver a ganar. La frase acuñada por Luis Aragonés, dicen que, en realidad, la escuchó y asimiló de las conversaciones con su amigo Alfredo Di Stefano. Mucho más legítimo y creíble. Ese origen nos situa en lo que es el equipo blanco, una máquina de ganar. Ayer, hoy, siempre. Nos guste o no. Por lo civil o lo penal. El equipo de Concha Espina demuestra esa resiliencia propia de los grandes vencedores, miren el currículum de Rafa Nadal, gran fan del equipo blanco, y veran de común en sus hazañas la capacidad de sufrir, de renacer de batallas que parecían perdidas, para triunfar. Son un grupo de asesinos futbolísticos a sueldo con un único objetivo: vencer. Que miedo imaginar que a ese elenco, el próximo año añadiran, con casi toda seguridad a Mbappé. Todavía más pegada, más criminalidad goleadora. La poesía les importa más bien poco, son puro thriller.

Otro blanco, este algo más filosófico, dijo esta semana que sentirse víctima es un gran negocio. Allí es donde se ha situado el Barça y Xavi de forma persistente. Queja tras queja, recriminación tras recriminación, a la prensa, a los árbitros, ahora a las organizadores de las competiciones. En el campo solucionadas a golpe de tarjetas, en la sala de prensa, en repetitivas interlocuciones para engañar al aficionado menos reflexivo. Dejamos de mirar las profundas desconexiones defensivas de Cancelo para culpar a los colegiados de acciones tan puntuales como las del portugués, a la incosistencia del ADN Barça con balón del héroe Araujo para mirar a la UEFA. De Vitor Roque no podemos hablar, cada partido que no juega suena más a pufo.

Saber perder es más difícil que saber ganar. Después de cambiar nuestro sino durante más de una década con Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique que pusieron en vigor, en el inicio del siglo XXI, las enseñanzas de Cruyff, hemos vuelto a una vieja realidad. Toca aceptar las evidencias. Con este equipo no llegamos. Bellingham tiene más pegada que Lewandowsky. Vinicius es mil veces más fino que Rapinha, aunque jueguen a las mismas revoluciones. Podemos apelar a la nostalgia o pensar que desde un pequeño elenco de chavales casi imberbes seremos capaces de volver a tocar rock&roll. Con Cubarsi, Lamine y Gavi, pueden añadirle al veterano Pedri, hay suficiente madera para reconstruir al equipo. En abril se nos ha acabado la temporada, por tanto, no será por tiempo. La directiva, muda esta última semana de debacle tras debacle, debe mover piezas, en plural. El director deportivo debe mostrar su valía más allá de su capacidad locutiva ante los medios de comunicación. Las decisiones, ventas y compras, así como alguna cosa más, no solo definiran el futuro, si no demostraran en que se fundamenta el modelo de club que debe inaugurar el Nou Camp Nou.

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