Si fichas suplentes, deben ser suplentes
Robert tiene derecho a equivocarse, como cualquier ser humano. Por muy bien que se haya estudiado un fichaje, vestido de blaugrana es un melón por abrir. El Barça es otra historia y no todo el mundo puede jugar en el Camp Nou.
El problema, por lo menos no el más importante, no es equivocarse en la elección, sino en la planificación previa a la elección. Llegar a la conclusión de que el equipo titular no puede mejorarse es un error de base. Sobre todo si en el banquillo está Luis Enrique, un obseso de las rotaciones, las grandes culpables de que no se haya ganado la Liga (la Champions, donde crece el porcentaje de culpa de los futbolistas, es diferente). Para cambiar a cinco o seis futbolistas en cada partido se necesitan dos equipos titulares y Luis Enrique solo tenía uno. El asturiano sobrevaloró a los nuevos fichajes, a los que creyó preparados desde el primer día para ser titulares cuando su rol, tal y como se había planificado, era el de suplentes. Y si además de suplentes, como ha sido el caso, son jóvenes, el problema es doble porque les han obligado a crecer de golpe sin estar aún preparados.
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