El expediente Montjuïc

Piden que Montjuic sea la sede permanente de la final de la Copa del Rey

Piden que Montjuic sea la sede permanente de la final de la Copa del Rey

Marc Menchén

Marc Menchén

Desde la pandemia, cada temporada ha sido crucial para el devenir del FC Barcelona. Y la 2023-2024 no lo será menos, con el traslado de los partidos del primer equipo al Estadio Olímpico de Montjuïc.

El presidente, Joan Laporta, ya ha puesto negro sobre blanco el impacto de esta mudanza que se quiere limitar a un año y cuatro meses: caída de 93 millones de euros en los ingresos por matchday el próximo curso, que se reducirían a 38 millones en 2024-2025, cuando en principio ya se volvería al Spotify Camp Nou con una capacidad del 70%.

La duda -miedo- de muchos es normal: ¿cómo se puede sobreponer a esta circunstancia un club que ya viene de tener un agujero operativo de casi 200 millones de euros? ¿Cómo afectará al pulso con el Real Madrid por ser la fuerza hegemónica del fútbol español? Y la más importante: ¿qué se puede hacer para reducir esa brecha?

Históricamente, Barça y Madrid han ido muy alineados en términos de ingresos, con apenas una diferencia de 20 millones de euros entre uno y otro si se elimina el efecto de la Champions League. Ese equilibrio de fuerzas es el que explica la alternancia en LaLiga sólo interrumpida por el Atlético de Madrid recientemente.

El problema es que, el año en el que el Barça estima la pérdida de casi 100 millones en ingresos, el Real Madrid disparará los suyos con la reinauguración del Santiago Bernabéu. Esa situación afectará en sobremanera a la pugna por los próximos jóvenes nuevos talentos por los que todo el mercado suspira.

Esos 93 millones en concreto son fruto del impacto del traslado en unos ingresos por hospitality que en prepandemia suponían más de 15 millones de euros anuales, a lo que hay que añadir una menor recaudación por cuotas de abonados, venta de entradas y la previsible incidencia en los negocios de retail y el museo, cada uno con más de 70 millones sin Covid mediante.

El club trabaja con la idea de organizar actividades en el Anillo Olímpico para incentivar la asistencia, pero quizás haya ideas más radicales que exigirían de mucha pedagogía con los socios.

Siendo un año excepcional, y pensando en mitigar la pérdida de competitividad, podría plantearse una gestión del aforo inversa a la actual. Es decir, permitir al club que venda todo el papel posible a aficionados puntuales -sí, esos turistas que pagan tres veces lo que le cuesta al socio- y que el resto se ponga a disposición de los abonados interesados en ir a cada partido.

Es lo único en manos de los dueños del Barça para ayudar a que el año de transición no sea uno perdido en lo deportivo. Ajustar el gasto queda en manos del presidente.