Demasiadas hipotecas para poder ganar

Para Rakitic, el punto de San Mamés es muy bueno

Para Rakitic, el punto de San Mamés es muy bueno / VALENTÍ ENRICH

Ernest Folch

Ernest Folch

El Barça arrancó un empate en San Mamés, y puede darlo por bueno. Porque pudieron ganar los dos, pero el que estuvo más cerca de la victoria fue el Athletic, que tuvo siempre las ideas más claras que los de blaugrana. Valverde salió, con Messi y sin Dembélé, con un once físico, y un mediocampo Rakitic-Busquets-Vidal que apenas pudo trenzar en los primeros 45 minutos más de tres pases seguidos.

La sensación fue que el equipo echó en falta a Arthur durante todo el partido, básicamente porque echó en falta el clásico juego de posición que solo apareció en algunos tramos del segundo tiempo. No había nada más alejado de las soluciones que aporta Arthur que el mediocampo que escogió Valverde de entrada: la elección de un juego de contención por encima del tradicional condicionó al equipo, hasta que entró Aleñá por Vidal y la circulación mejoró sensiblemente.

Dio la sensación que el equipo de Valverde jugó en todo momento hipotecado por muchos factores. Jugó hipotecado por el estado de Messi que, a pesar de ser el jugador de campo que creó más peligro, está visiblemente mermado: parece que la opción es que juegue Leo siempre y en cualquier circunstancia, aunque no esté al cien por cien, algo que no solo ejemplifica el exagerado nivel de dependencia hacia él sino que transmite poca confianza hacia el resto de la plantilla. Jugó también hipotecado por la posición de Semedo en el lateral izquierdo que, a pesar de que dio la cara y salió vivo de un campo difícil, no es una solución natural ni lógica que el Barça se esté jugando los partidos donde se deciden los primeros títulos con un lateral cambiado de banda y más pendiente de su pierna mala que del propio juego. Y jugó también hipotecado y condicionado por el momento que vive Coutinho, que tardó 45 minutos en aparecer y empezar a desmelenarse tras una primera parte insufrible en la que volvió a mostrar su estado depresivo.

Si a esto le sumamos que Dembélé solo jugó 15 minutos todavía lejos de su nivel y que el medio campo no permitió en la primera parte ninguna salida clara de balón, entonces llegaremos a la conclusión que el Barça salía ayer con demasiadas hipotecas como para imponerse en un escenario tan solemne y respetable como San Mamés, donde solo se gana si uno sale al campo sin mochilas añadidas.

EL MEJOR PORTERO DEL MUNDO

La suerte que tiene el Barça es que no solo tiene al mejor futbolista del mundo, tiene también al mejor portero del mundo, como quedó demostrado ayer en dos paradas antológicas. La primera fue un vuelo imposible, a mano cambiada, para sacar una rosca de Susaeta que todo el mundo veía dentro. La segunda fue una mano irreal, propia del balonmano, que sacó de la nada con unos reflejos inhumanos y que evitó literalmente una derrota.