Opinión

¡Culers! ¿Qué nos está pasando?

El presidente del Barcelona, Joan Laporta.

El presidente del Barcelona, Joan Laporta. / JORDI COTRINA

Supongo que no fui el único que acabó cabreado después de la derrota del clásico ante el Real Madrid, aunque por un momento me lo parecía.

El F.C. Barcelona jugó una primera parte bastante buena, pero tampoco como para tirar cohetes; quiero decir, podríamos hablar de excelente primera parte si nos hubiéramos ido al vestuario con un par de goles de ventaja. El Real Madrid fue a remolque hasta que dejó de hacerlo en la segunda parte, momento en el que el Barça se vino atrás y empezaron a entrarle las dudas como hacen los equipos pequeños encerrándose en el área pequeña, algo que contra el Real Madrid supone un suicidio deportivo.

Como culer me desesperaba ver al equipo perder balones mientras se apretujaba ante la insistencia de los merengues. Después del primer gol los blancos empezaron a creérselo y nosotros a acobardarnos. Viendo cómo iban las cosas, la sensación era que el partido iba a ser del Madrid, y así fue.

Luego vinieron las declaraciones postpartido y yo no entendía que se hablase de lo bien que habíamos jugado durante 60 minutos. ¿Y qué si jugamos bien si después salimos derrotados?  Las declaraciones de los aficionados a la salida del estadio eran de un conformismo desesperante, nunca visto en este club. ¿Dónde están aquellos socios y seguidores que se cagaban en todo cuando algo así pasaba? ¿Qué nos está pasando a todos? ¿Nos hemos vuelto pequeños y nos contentamos con haber dominado al Madrid 60 minutos? 

Por si faltaba poco, Gündogan, en unas declaraciones que le honran, insinuaba que algunos jugadores se tomaron la derrota con poco orgullo, y Gavi, jugador a quien el orgullo le sobra, comentó que estaban empanados.  

Como socio me gustaría ver más cabreo y más orgullo herido del que he notado en los días siguientes, cabreo como el que me consta tenía el president Laporta después del encuentro, un cabreo de esos que se han de tener después de perder con el eterno rival. A ver si todos, o al menos algunos jugadores y aficionados, espabilamos y empezamos a pedir lo que siempre hemos exigido, orgullo de ser barcelonista y mayor capacidad de autocrítica.