Crónica de una muerte anunciada

Luis Enrique Martínez, entrenador del FC Barcelona

Luis Enrique Martínez, entrenador del FC Barcelona / Joan Monfort

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

La renuncia de Luis Enrique a continuar en el banquillo del Barça no puede sorprender a nadie. Tomando el título de la famosa novela de Gabriel García Márquez, es la crónica de una muerte anunciada. Se veía venir ya que el propio protagonista ha sido el principal anunciante con gestos y detalles que le han delatado. La primera señal se produjo en el mes de septiembre, cuando el entrenador confesó a la dirección deportiva del club la posibilidad de no continuar en el cargo a la finalización de su contrato. Era la señal inequívoca de que por su cabeza tomaba cuerpo la idea de tomarse un año sabático. Si además, a lo largo de la temporada, vas dejando muestras de cansancio y hastío en las ruedas de prensa, es comprensible que el rumor del adiós tomara fuerza. Mientras tanto, el cuerpo técnico más cercano al asturiano intentó sin éxito hacerle cambiar de opinión. Los jugadores comenzaron a percibir síntomas de que las cosas no eran como antes, de ahí que en el vestuario la decisión no haya causado sorpresa ya que, en palabras de Luis Suárez, “es entendible”. Lo mismo piensa Messi, el más listo de la clase. Fue el primero en detectar el fin del entrenador. 

Por si faltara algo para confirmar esta fase de final de trayecto, las declaraciones de los últimos días eran reveladoras. Ya saben aquello de que un desmentido es la antesala de una noticia. Salieron varios jugadores a la palestra para decir “estamos a muerte con Luis Enrique”, el presidente comentó que le encantaría que renovara y hasta el propio protagonista manifestó un día antes del anuncio que “estaba pletórico”. Palabras de cara a la galería. La realidad era muy distinta, la que escribimos en esta misma página hace dos semanas, concretamente el 18 de febrero: Luis Enrique, caso Guardiola bis. “La decisión de no renovar la tiene tomada hace tiempo, pase lo que pase, y el club está trabajando en esta hipótesis. No cambia el proyecto, cambia el entrenador”.

Ser entrenador del Barça es un cargo de alto riesgo. La obligación de ganar conlleva una exigencia máxima a los jugadores que termina deteriorando la relación personal. Al respecto Guardiola tiene una teoría que, con el paso del tiempo, se ha convertido en ley en el Camp Nou. Según la experiencia de Pep, la primera temporada los jugadores te quieren. La segunda te respetan. La tercera ya solo te toleran. La cuarta no te soportan y mejor marcharse. Ha sido la crónica de una muerte anunciada, el técnico asturiano no podía disimular más el estado de crispación interior que vivía. Se ha dado cuenta que su poder moral con los jugadores se debilitaba, que sus órdenes no tenían la respuesta de antaño. Cuando un entrenador descubre que los futbolistas desconectan, el problema es irreversible. La goleada de la Champions fue el detonante. No queremos decir que los jugadores le hicieran la cama, pero el vestuario se había distanciado al no compartir algunas decisiones técnicas. Ahora lo deseable sería que la valiente decisión de Luis Enrique fuera un revulsivo para conseguir la soñada remontada.