Cómo una gran noticia se convirtió en una crisis

Rubiales y Molina, en la rueda de prensa del anuncio de la vuelta de Luis Enrique

Rubiales y Molina, en la rueda de prensa del anuncio de la vuelta de Luis Enrique / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

Luis Rubiales anunció ayer oficialmente la vuelta de Luis Enrique a la selección, una gran noticia que sin embargo se vio empañada por el adiós de Robert Moreno, que se había despedido entre lágrimas de sus jugadores la noche antes. Sobre la vuelta de Luis Enrique poco o nada se puede objetar: se explicó, por activa y por pasiva, que tenía las puertas abiertas para volver cuando quisiera, una opción que el entrenador asturiano decidió ejecutar legítimamente puesto que así se le había prometido. En cambio, lo que es incomprensible de todo el vodevil es la gestión que se ha hecho de Robert Moreno, que el lunes no quiso presentarse a la rueda de prensa y que ayer tampoco acudió a la reunión con Rubiales, síntoma de que el técnico catalán se ha sentido maltratado al menos durante los últimos días. O bien no se contó con él, a pesar de lo que se ha dicho, o bien se mantuvieron conversaciones sin informarle o bien, como parece evidente, algo grave ha sucedido que desconocemos entre Moreno y Luis Enrique que hacía imposible la convivencia.

Sin duda, tan sorprendente es que no se haya logrado que Robert se quede como que no se haya luchado por mantenerle. El presidente de la Federación explicaba ayer que decidió acelerar el proceso cuando recibió un mensaje de Moreno diciendo que no continuaría si Lucho regresaba. Rubiales ni siquiera intentó convencerle de nada, y todo parece indicar que se agarró a un whatsapp para oficializar una decisión que ya tenía tomada. Los resultados avalaban el gran trabajo de Robert Moreno y lo más conveniente para todos es que hubiera continuado, como un segundo respetado y con experiencia y credibilidad ganadas a pulso, dentro del ‘staff’ de la selección. Nadie discute que Luis Enrique podía y debía volver cuando él quisiera, pero el éxito de su vuelta no podía estropearse con el fracaso de la marcha de Moreno. Podía pasar cualquier cosa, pero de ninguna manera se podía convertir una gran noticia en una crisis. Le podemos dar todas las vueltas que se quieran y podemos caer en la tentación, como han caído algunos, de darle la razón a unos y otros en una historia en la que ya ayer asomaban muchas mezquindades, pero lo único cierto es que si esto ha sucedido es que algo se ha hecho muy mal.