Que la besen, que la besen

La primera selección española bajo la dirección de Montse Tomé

La primera selección española bajo la dirección de Montse Tomé / Bjorn Larsson Rosvall (EFE)

Carme Barceló

Carme Barceló

Le das una patada a una piedra y te sale un nuevo participante en el documental que sigue sin entender de qué va.

Desde que el 20 de agosto la selección española logró un Mundial de fútbol al otro lado del planeta, a la estrella que lucen todas las integrantes de aquel éxito les ha costado brillar.

Que después hayan ganado dos partidos más en ese camino que puede llevarlas a los Juegos Olímpicos de París, no parece que haya servido para ponerlas en valor. A ellas y a la estrella.

Irene Paredes y Alexia Putellas en Barcelona y Misa en Madrid declararon el lunes y confirmaron los hechos incluidos en la querella por agresión sexual presuntamente cometidos por Luis Rubiales contra Jenni Hermoso.

Las tres, una vez más, tuvieron que dejar el chandal en casa y pasar por los despachos, lo que sumó una nueva imagen de estas deportistas más allá del césped.

Las tres declarantes son conscientes que la lucha pasa por esto. Nada les viene ya de nuevo. A lo que han pasado, que no es poco, siguen sumando capítulos.

Estoy segura que, dentro de muchos años y ojalá que pueda ser testigo de ello, estos meses posteriores a la consecución del primer Mundial servirán para cimentar la igualdad de trato como deportistas de élite que son, la tolerancia cero “ante todo lo que el mundo vio y hacia lo que no se ha visto y no se puede hablar y sucedió” y ese “tipo de actitudes y comportamientos que no se pueden aceptar en ningún entorno laboral” (Alexia dixit).

Fundamentadas las bases, confirmamos que éstas son aún muy débiles. Mientras las tres futbolistas ratificaban las presiones a su compañera Jenni en la Audiencia Nacional, un ex jugador del Real Madrid y del Barça nos regalaba unas declaraciones en El Mundo que nos sitúan.

Alfonso Pérez da la sensación de haber entendido poco. O nada.

Porque cuando dice que “no se pueden quejar. El fútbol femenino ha evolucionado, pero deben tener los pies en el suelo y saber que no se pueden equiparar en ningún sentido con un futbolista hombre" está claro que no pilla el qué.

Hagámosle luz: que no quieren lo mismo. Que piden unos mínimos para seguir creciendo. Que no es tan difícil ni de entender ni de comprender.

Y añadió Pérez que las obligaría (ojo al verbo) a besar la bandera española para saber (¿comprobar?) que defienden con honor y honestidad la camiseta de su país.

De momento, el único beso ha sido el que le obligó Luis Rubiales a Jenni Hermoso a recibir.

Este es el nivel y este es el entorno en el que se mueven las futbolistas, del que quieren huir y que pretenden reconducir para poder vivir, entrenar, disfrutar de su profesión y ofrecer al público un buen espectáculo.

Por eso han alzado la voz. Por eso están dejándose la piel en el campo y en los despachos. Por eso. Porque no quieren ser menospreciadas ni obligadas y sí disfrutadas y reconocidas.