En el Barça todas las sillas son sillas eléctricas

Arthur se ha convertido en un fijo para Valverde

Arthur se ha convertido en un fijo para Valverde / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

Si hacemos una lista de los fichajes que ha hecho el Barça en los últimos años y repasamos los que no han podido consolidarse al menos más de dos temporadas, nos daremos cuenta de que el porcentaje de éxito no alcanza ni siquiera el 50%. Es decir, más de la mitad de las operaciones están estadísticamente a ser deficitarias o bien económicamente o bien deportivamente. Si hacemos el mismo ejercicio con los futbolistas procedentes de la masia, veremos que el número de canteranos que debuta con el primer equipo que es capaz de quedarse en el primer equipo más de una temporada, es todavía menor. Hagamos ahora el ejercicio con la estructura de la secretaria técnica, donde se producen altas, bajas, o simplemente cambios estructurales al menos cada dos años. En el banquillo, quizás la silla más estable de toda la entidad, no se consiguen ciclos superiores a los 3-4 años por el brutal desgaste que acarrea. En un ámbito muy diferente, hay cambios constantes en la estructura de comunicación del club, que ha sufrido relevos con periodicidades anuales. Por no hablar del organigrama general, en el que los altos ejecutivos se mueven continuamente, se reubican y se reorganizan en un tiovivo en el que es difícil que alguien mantenga sus funciones originales un periodo razonable de tiempo. En la junta directiva, hay fugas periódicas, y los presidentes se ven sometidos a una presión a menudo insoportable que o bien deriva en mociones de censura o en dimisiones o en crisis periódicas que somatizan las turbulencias continuas del club. Se dirá que es normal que cualquier club esté sometido a los vaivenes de los resultados, que la exigencia obliga a hacer cribas muy duras, que tenga crisis de crecimiento que le obliguen a remodelarse por dentro y que los cambios forman parte de la vida de cualquier organización. Cierto. Ahora bien: cuando la inestabilidad es constante en todos los niveles del club, sean deportivos, ejecutivos o institucionales, quiere decir que estamos ante un fenómeno estructural, que forma parte de la idiosincrasia de una entidad a la que le es muy difícil digerir la presión mediática y social a la que está sometida. Lo cierto es que en el Barça casi nadie dura, más allá de los empleados ejemplares que han aguantado heroicamente todas las tempestades que ha sufrido el club, independientemente de quien lo gobernara. Desde hace años, todas las sillas importantes son sillas eléctricas. Encontrar un sistema de gestión que corrija este fenómeno debería ser uno de los deberes para los próximos años.