Sergio García: ellos le hicieron grande

Severiano Ballesteros y Olazábal, en un entrenamiento con Sergio García en el Masters de Augusta de 1999

Severiano Ballesteros y Olazábal, en un entrenamiento con Sergio García en el Masters de Augusta de 1999 / sport

Agustí Bernaus

Agustí Bernaus

Sergio García ha tenido que esperar 19 años desde su primera participación para poder enfundarse la chaqueta verde de ganador del Masters de Augusta, la misma que llevaron en dos ocasiones Severiano Ballesteros y José María Olazábal, sus ídolos, maestros y referentes. 

El golfista castellonense está orgulloso de suceder en el palmarés de Augusta al británico Danny Willett y al norteamericano Jordan Spieth. Pero más orgulloso está de haber ganado el Masters a los 37 años para acercarse un poco más a Severiano Ballesteros (1980, 1983), el legendario golfista que perdió el último encuentro contra un tumor hace seis años. A Sergio se le vió levantando el dedo al tiempo que miraba al cielo emocionado mientras vestía la chaqueta verde.

Luego también se le oyó afirmar que desde allá arriba “me ha ayudado con alguno de los golpes” en el día que hubiera cumplido 60 años. Más terrenal se mostró con José María Olazábal (1994, 1999) quien  cuatro días antes le había dado unos consejos sobre como tenía que situar su estado anímico y físico para no fallar: “Estoy orgulloso, muy orgulloso de estar en el mismo grupo que mis ídolos, Severiano y Chema. Es algo muy especial”, dijo en una entrevista a Movistar Golf. 

al fin, un grande

Tras conquistar su primer Major, Sergio García inicia una nueva etapa deportiva: “Ya no tendré que volver a responder nunca más si soy el mejor jugador que no ha ganado nunca un grande”. Las palabras del golfista de Borriol, después de deshacer el empate en el primer hoyo del playoff con su amigo Justin Rose, enterraban un montón de frustraciones desde que debutó en 1999 en Augusta con el cariñoso apelativo de  El Niño porque a los 3 años había comenzado a jugar el golf, porque con 16 había  pasado un corte en un torneo del European Tour, porque con 19 ya se codeaba con Tiger Woods y acabó segundo en el Campeonato de la PGA.  

La espera antes de alcanzar un Major ha durado 18 años. Y durante este tiempo ha tenido que cargar con una mochila de paciencia y perseverancia. De vez en cuando la soltaba para aparecer bajo los focos por culpa de explosiones de carácter  e inestabilidades anímicas que le anclaron en el palmarés con nueve torneos en el circuito americano, 13 en el europeo y 5 en el asiático además de las Ryder Cup.

historia de una frustración

Quienes han analizado su juego han llegado a la conclusión que Sergio, en esa fase de su trayectoria, con varios cambios en su vida sentimental, nunca llegó a creerse a sí mismo. Representaba la historia de una frustración, el alumno que no había podido responder a las expectativas de sus maestros. La necesidad de un psicológo, los cambios en su juego, los bandazos en su vida buscando no se sabe qué se reflejaron negativamente sobre ese talento innato que descubrió su padre, Victor. 

trabajo y estabilidad

Sólo la madurez y la perseverancia junto a la estabilidad emocional -este verano se casa con Angelika Akins, una periodista especializada en este deporte- le han descubierto como el grande que es. “Mentalmente he sabido aceptar todo lo que me pasa”, explicaba con sinceridad: “Mi vida ahora es increíble y siento que tengo muchos años por delante para mejorar”. 

Al ganador de Augusta, a partir de ahora, se le pedirá responsabilidad, compromiso y una actitud como la que tuvieron sus antecesores. Sergio García es el presente, pero el futuro es Jon Rahm, el vasco de 22 años a quien debe apartarle de los errores y mostrarle las claves para que un día sea digno de llevar la prenda que aguarda custodiada en la sala del mayordomo de la Casa Club.