Relevo en Taiwán

El nuevo presidente taiwanés exige a China que acaben las intimidaciones

Los sueldos siguen congelados con el coste de la vida disparado y el acceso a la vivienda es quimérico para la juventud

El presidente electo de Taiwán, Lai Ching-te, presta juramento ante un retrato del fundador de Taiwán, Sun Yat-sen, durante la ceremonia de investidura en el edificio de la Oficina Presidencial en Taipei.

El presidente electo de Taiwán, Lai Ching-te, presta juramento ante un retrato del fundador de Taiwán, Sun Yat-sen, durante la ceremonia de investidura en el edificio de la Oficina Presidencial en Taipei. / PRESIDENCIA TAIWANESA

Adrián Foncillas

Cambia el presidente, sigue el mismo mensaje. Lai Ching-te ha estrenado la mañana del lunes el mando en Taiwán exigiendo el fin de las amenazas chinas y glosando la isla como faro democrático global pero con un escrupuloso tacto con las líneas rojas de Pekín. Lai releva Tsai Ing-wen, madre de un patrón de relaciones con China y el mundo que, para desgracia de la primera, ya ha solidificado.

No hay asunto más urgente en Taiwán ni más globalmente despreciado que su economía. Los sueldos siguen congelados con el coste de la vida disparado y el acceso a la vivienda es quimérico para la juventud. Ese cuadro, y no las relaciones con Pekín, son las prioritarias entre el electorado. Le espera una legislatura árida a Lai después de que su formación, el Partido Democrático Progresista (PDP), se dejara la mayoría parlamentaria en las últimas elecciones. Las escenas de lucha de la semana pasada, tan ajenas a un país ejemplarmente democrático, anticipan el calvario.

El antiguo doctor ha recibido del Parlamento los sellos del honor y de la República de China, nombre oficial de Taiwán, que llevaron a la isla más de siete décadas atrás los perdedores de la guerra civil y hoy simbolizan el poder presidencial. Ante la multitud congregada frente a su nueva oficina, de aroma japonés, elaboró un discurso medido que evitó las sorpresas. "Le exijo a China que cese las intimidaciones políticas y militares y tome la responsabilidad global junto a Taiwán de trabajar duro para mantener la paz y la estabilidad en el estrecho y la región para asegurarnos de que el mundo no tema una guerra", ha clamado. Después buscó una audiencia más amplia: "Queremos decirle esto al mundo: Taiwán no hace concesiones con la democracia ni la libertad. La paz es la única opción y la prosperidad es nuestro objetivo para conseguir una paz y seguridad duraderas”.

"Como el agua y el fuego"

Desde China sólo han llegado murmullos. Las últimas elecciones ya fueron desdeñadas por su prensa como un "tema regional" y hoy callaban sobre el nuevo presidente isleño. Apenas ha hablado la Oficina de Asuntos con Taiwán para recordar que la independencia y la paz son "como el agua y el fuego". Sólo seis barcos y aviones chinos cruzaron ayer la mediana del estrecho o frontera oficiosa, según el recuento diario del Ministerio de Defensa taiwanés. Cuando China pretende un mensaje rotundo, envía docenas.

No serán años tranquilos, sin embargo, en el estrecho de Formosa. Recuerda aún Pekín que Lai, en su lejanísima juventud, se definió como un “luchador pragmático por la independencia”. Los años y las responsabilidades han empujado aquel ardor hasta la oficialista defensa del 'status quo'. No persigue el PDP la independencia formal porque contra esa declaración ha prometido China una respuesta militar y, al fin y al cabo, ya la ejerce 'de facto'.

No ha convencido Lai a Pekín, sin embargo, que le intuye más “verde” o separatista que su antecesora. De “rufián extremista”, “mentiroso” y “completo alborotador” le trató la prensa oficial en las vísperas electorales. Su vicepresidenta, Hsiao Bi-khim, tampoco aceitará los vínculos con Pekín. Nació en Japón, ha ejercido de oficiosa embajadora en Washington y defendido la causa taiwanesa en la arena internacional.

"Fidelidad al 'status quo'"

En su discurso matinal ha subrayado Lai su fidelidad al 'status quo' con un tono conciliador y menos desafiante de lo que deseaba buena parte de su electorado. Pekín ve en las palabras de Taipei y las acciones de Washington el intento indisimulado de dinamitar los acuerdos tácitos que han impedido la guerra en el estrecho de Formosa.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha mostrado su voluntad de “avanzar en los intereses y valores comunes, profundizar en nuestra vieja relación no oficial y mantener la paz en el estrecho”. No ha llamado su presidente, Joe Biden, a su nuevo homólogo taiwanés para felicitarlo. Lo hizo años atrás su antecesor, Donald Trump, y la rabieta china duró semanas.