Plan de choque

El Gobierno chino comprará viviendas para salvar el sector inmobiliario

Las promotoras sólo han entregado un 60% de las casas compradas sobre plano entre 2013 y 2020, y hay entre 50 y 100 millones de apartamentos vacíos

Un complejo de viviendas desarrollado por Evergrande Group.

Un complejo de viviendas desarrollado por Evergrande Group. / EFE

Adrián Foncillas

Cuatro años de crisis han fijado tanto el diagnóstico, que nadie compra viviendas ya en China, como el remedio, que las compre el Gobierno. Ya aplicó esa receta Estados Unidos en 2008 para mitigar el colapso de su mercado inmobiliario y le toca ahora a China tras comprobar que la batería de medidas de los dos últimos años no han devuelto la confianza a su gente. ¿Quién va a hipotecarse con cotidianas noticias de proyectos inacabados y procesos de liquidación de las promotoras?

El viceprimer ministro, He Lifeng, convocó el viernes a los principales actores a una videoconferencia: bancos, inmobiliarias, reguladores y gobiernos locales. Allí asumió el fracaso y animó a los últimos a comprar “algunas” viviendas a precios “razonables” para destinarlas a alquileres baratos siguiendo una política de alcance nacional. No detalló cuántas ni cuándo ni qué entiende por razonable pero el anuncio ha merecido el aplauso de analistas y de un sector necesitado de oxígeno. También les da vía libre a recomprar los terrenos que habían vendido a las inmobiliarias si estas ni siquiera han puesto un ladrillo. Esas ventas han sido la principal vía de ingresos de los gobiernos locales durante décadas. 

El Banco Central, por su parte, ha anunciado políticas fiscales más atractivas. Los tipos de interés para préstamos inferiores a cinco años han bajado del 2,60 al 2,35% y los superiores, del 3,10 al 2,85%. Los pagos mínimos para la primera vivienda han caído del 20 al 15% y los de la segunda, del 30 al 25%. Nunca los tipos de interés y los depósitos iniciales habían sido tan bajos en China.

La batería de medidas se dejó notar pronto en los principales parqués chinos. El de Shanghái subió un 1%, mientras el de Hong Kong se apuntó un 0,8%. El índice de bienes inmuebles se disparó un 4% y las más beneficiadas fueron las que amontonan problemas más serios. Las acciones de Evergrande, epítome del desaguisado y sobre la que pesa una orden de liquidación, subieron un 18%; las de Vanke, que había anunciado una caída de sus beneficios anuales a la mitad, aumentaron un 17%.

Un 40% de casas sin entregar

El Gobierno pretende ponerle suelo a la caída. Los precios de la vivienda nueva acumulan ya diez meses de bajadas y la de abril, del 0,6%, es la más pronunciada en casi una década. El sector inmobiliario concentró en sus días gloriosos casi un tercio de la economía china y hoy la lastra. La deriva dibuja un horizonte preocupante. Durante muchos años carecieron los chinos de alternativas inversoras razonables a las viviendas y, con el 70 % de la riqueza urbana en ellas, muchos son hoy más pobres. La inquietud es compartida con los que las esperan. Las promotoras sólo han entregado un 60% de las casas compradas sobre plano entre 2013 y 2020, según un estudio de Nomura. Hay entre 50 y 100 millones de apartamentos vacíos, algunos por finalizar, aseguran estudios sólidos. La explosión de la burbuja inmobiliaria no ha provocado el tsunami social ni el colapso del partido que durante años pronosticaron las voces de Occidente, pero sí genera un comprensible descontento y golpea la reputación de un Gobierno paternalista como ningún otro. Ante cualquier contrariedad buscan los chinos la solución en él y este no siempre puede acudir al rescate. Una década atrás comprendieron los chinos que la bolsa también bajaba y esa certeza se ha extendido en los últimos años al ladrillo.

“Estamos luchando la dura guerra contra el riesgo de las viviendas inacabadas”, ha reconocido He. Son una veintena de millones, según estimaciones sólidas. Las medidas aprobadas por Pekín no han sido escasas ni tibias. En marzo destinó créditos inmobiliarios por valor de 200 mil millones de yuanes, casi 26 mil millones de euros, para que entregaran los apartamentos apalabradas. Esa cantidad septuplica la de los rescates anteriores.

El sector cabalgó sin bridas tras la apertura económica a lomos de la nueva clase media y el trasvase masivo del campo a la ciudad. Los promotores levantaban las viviendas con el capital conseguido por las vendidas en plano y la fórmula funcionó hasta que la deuda elefantiásica aconsejó restringirles los préstamos. La industria frenó en seco y desde entonces sólo acumula dramas. En los tribunales hongkoneses se ventilan los procesos de liquidación de Evergrande y Country Garden, los antiguos gigantes del sector, tras su terca incapacidad para satisfacer sus deudas ni presentar un plan viable. No pretende devolverle Pekín aquel esplendor al sector inmobiliario, volcada ya en esas “nuevas formas productivas de calidad” relacionadas con la tecnología y la innovación, sino que entreguen lo que prometieron.