El enésimo escándalo en el fútbol italiano

Llueve sobre mojado en un calcio más bajo sospecha que nunca. Ni el título mundial puede borrar tanta porquería.

Pese a la gravedad del 'Moggigate', por desgracia, estos hechos no resultan nada extraños en el calcio. De hecho, su historia moderna está llena de episodios relacionados con la compra de partidos, las apuestas clandestinas y los pagos en dinero negro.

El primer 'affaire', en 1980, se inició tras denunciar unos comerciantes romanos que algunos jugadores habían cobrado para amañar partidos. El proceso penal absolvió a todos los implicados, entre los que se hallaban los presidentes Tommaso Fabbretti -Bolonia- y Gianmpiero Boniperti -Juventus-, el técnico Giovanni Trapattoni, el jugador Paolo Rossi y el árbitro Menicucci. Sin embargo, la justicia deportiva descendió a Segunda a Milan y Lazio; el resto de clubes de Primera implicados -Avellino, Perugia y Bolonia- y los de Segunda -Palermo y Taranto- fueron penalizados con cinco puntos.

En 1985 llegó el llamado 'Totonero', el caso más sonado, sobre apuestas clandestinas coordinadas por una organización que pagaba para alterar los resultados en las tres máximas categorías italianas. El proceso deportivo concluyó con el descenso del Perugia -Segunda- a Tercera y con cinco puntos menos para el Udinese -Primera- y nueve para la Lazio -Segunda-, además de la no homologación del ascenso a Primera del Vicenza. Además, 20 jugadores fueron suspendidos entre tres meses -Colomba y Damiani- y 6 años -Pellegrini-. Incluso Paolo Rossi estuvo un año sin jugar.

En 1992, el presidente y dueño de la Roma, Giuseppe Ciarrapico, fue considerado culpable en el proceso contra el Banco Ambrosiano y condenado a cinco años y seis meses de reclusión. El mismo camino correrían ese julio el ex presidente del Verona, Ferdinando Chiampan, y el representante Antonio Caliendo... Demasiadas sombras las del calcio.