Rufete, de arquitecto a capitán general

Rufete y Mr. Chen, en una imagen de archivo

Rufete y Mr. Chen, en una imagen de archivo / RCDE/ Carlos Mira

Jonathan Moreno

Asumiendo la responsabilidad de una planificación deportiva escalofriantemente pésima -ni un barcelonista habría pergeñado un guión así- y dando el cuarto ‘volantazo’ de la temporada en busca de esquivar un iceberg que parece insalvable, Francisco Joaquín Pérez Rufete agarra el timón del Titanic. Si el Espanyol se encuentra al borde de este metafórico abismo es en gran parte culpa de los errores cometidos el pasado verano y la falta de capacidad, con el propio Rufete al mando, de gestionar el legado deportivo que dejó Rubi en el Espanyol. Europa, un fútbol reconocible con querencia por el balón y la afición nuevamente ilusionada. Lo dicho, ni a propósito se podría haber hecho peor. Disparate tras disparate hasta el fracaso final. Restan seis jornadas y ni el más ferviente creyente espanyolista confía en la salvación.

Colección de errores

Quizás por un ataque de vergüenza por el desaguisado provocado el pasado verano, Rufete abandona los despachos y baja al césped, donde se labró un nombre como futbolista de toque delicado y espíritu voluntarioso. Hablar a toro pasado siempre resulta ventajista, pero la tostada ya empezaba a oler a quemado el 6 de junio de 2019, día que se oficializó la promoción de David Gallego al primer equipo. Muchos en la Dani Jarque dudaban de la aptitud, no actitud, del técnico de Súria al frente de los mayores. Desde el club se apostó por él aunque con muchas reticencias. Gallego tuvo el apoyo incondicional de Rufete desde el primer momento. Cuatro meses duró la confianza tras un inicio liguero que hacía presagiar el infierno. 

Desde los despachos tampoco se encontró la transición entre Borja Iglesias y su sustituto. El debate del delantero fue una tónica constante en el mercado estival. Con las arcas llenas del traspaso del Panda, Mr. Chen, Perarnau y compañía fueron a mínimos y malgastaron el dinero con la extraña cesión de Jonathan Calleri y un desconocido argentino de presente dudoso y futuro prometedor como Matías Vargas. Insuficiente para cubrir el hueco dejado por el santiagués. 

Pablo Machín reclamó por activa y por pasiva un hombre-gol. El soriano era consciente que un delantero que cuela quince tantos por temporada te asegura media permanencia. A Stuani se remitía con el Girona. Sus deseos no fueron concedidos. Otra destitución. Otro bandazo. Otro cambio de sistema de juego que no sirvió absolutamente para nada. 

Mayor fortuna tuvo Abelardo en enero. Raúl de Tomás, Embarba, Cabrera... Mr. Chen ponía al final la pasta sobre el campo, donde debe estar. El asturiano ha tenido los mimbres. Le ha faltado tiempo y le han sobrado urgencias. Se le pueden achacar algunos errores, no el de afrontar un reto utópico. Ahora le toca el turno a Rufete de reanimar a su propio Frankenstein.