AJEDREZ

Ajedrez: La nueva cantera de brokers en la Bolsa

El ajedrez es el arte de la guerra. ¿Acaso hay algo más combativo que la Bolsa? En ese espacio de tácticas y algoritmos, jaque mate a los dividendos

El campeón del mundo de ajedrez, Magnus Carlsen, junto al indio Viswanathan Anand en el Mundial de ajedrez disputado en Sochi

El campeón del mundo de ajedrez, Magnus Carlsen, junto al indio Viswanathan Anand en el Mundial de ajedrez disputado en Sochi / sport

Carlos R. Galindo

Las Bolsas se pirran por los jugadores de ajedrez. También las agencias de calificación, los brokers... Tratan de beneficiarse del talento de mentes privilegiadas con la finalidad de obtener pingües beneficios. Sus cabezas son lúcidas y funcionan como computadoras que se manejan con los algoritmos con precisión (casi) científica. Son rápidos, hábiles, precisos... La clave de su éxito radica en la técnica, la tenacidad y el entreno, lo que sumado a la voluntad y la capacidad para inventar e imponer un estilo, les convierte en personajes sumamente atractivos para trabajos en los que hay que resolver operaciones inmediatas en cuestión de segundos. 

Más allá de lo que indican los ordenadores, la capacidad intuitiva y táctica de los ajedrecistas vinculada a su extrema precisión les otorga un papel preeminente allí donde no alcanza la fría informática. 

La ‘cantera’ de esos nuevos ejecutivos de la bolsa es el ajedrez relámpago, una de las modalidades más sorprendentes del juego-ciencia por la rapidez con que se mueven las piezas y la presión que supone el reloj: 3 minutos por jugador para toda la partida, con dos segundos extra para cada movimiento. Si tenemos en cuenta que la mayoría de partidas de alto nivel oscilan en torno a las 60 jugadas, ello implica disponer de apenas 5 segundos para reflexionar. Muy poco tiempo para semejante decisión. 

El ajedrez es el arte de la guerra trasladado a un tablero. Se trata de un singular viaje a una tierra llena de peligros, en la que aparecen reyes enfrentados en un combate eterno, reinas poderosísimas y despiadadas, fortalezas sólidas e inexpugnables, obispos con gesto serio y mirada oblicua, ágiles corceles dispuestos a asestar coces mortales, guerreros que nunca retroceden ante nada y peones dispuestos al sacrificio y a la autoinmolación por una causa común: la victoria. Garri Kasparov, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, dijo en una ocasión: “El ajedrez es el deporte más violento que existe”. 

las cifras imposibles Kasparov, Karpov, Spassky, Bobby Fischer –quizá el más grande de todos–, ahora el noruego Magnus Carlsen... La lista es interminable. Jugadores dotados de más de 86 mil millones de neuronas capaces de dibujar en sus cabezas hasta diez mil jugadas en apenas un par de minutos. Algunos estudios sugieren que los grandes maestros son capaces de almacenar entre 10.000 y 100.000 ‘fragmentos’ o posiciones de tablero relevantes, aunque simulaciones por ordenador estiman este número en 300.000.