Polvo eres y en polvo te convertirás

Las piedras de la ronda francesa dejaron un escenario de muchas caídas

También uniformes manchados y bicicletas enviadas directamente al desguace

Los corredores del Tour, enfrentándose a los adoquines

Los corredores del Tour, enfrentándose a los adoquines / @letour_es

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Llegaban a meta con la cara y el cuerpo llenos de polvo. Los masajistas les pasaban la toalla que solo podía tener como destino el bombo de la lavadora que todos los equipos transportan en el camión mecánico. Unos se habían caído, otros habían dejado la bici para el desguace y todos llegaban con las manos doloridas y hasta con alguna muestra de sangre. Solo fueron 11 tramos, muchísimos menos que los sectores de adoquines que se presentan cada mes de abril en la París-Roubaix, la reina de las clásicas que se disputan en Francia.

Y pudo ser peor porque allí justo donde estaba instalada la meta, allí donde los ciclistas llegaban en carrerilla para no frenar de golpe tras acabar la etapa, comenzaba el famoso bosque de Arenberg, sin lugar a duda algo así como el Maracaná de los adoquines. Solo tenían que cruzar el paso a nivel de la línea de ferrocarril y adentrarse en algo así como un bosque encantado con un carril bici asfaltado y, en medio, los adoquines, auténticos pedruscos por donde crecía la hierba y donde casi cabía la mano entre una piedra y otra.

Hasta una de las pocas azafatas que quedan en el Tour se atrevió a pasear por el lugar, ¡Por Dios! con afilados tacones para ir perdiendo el equilibro en cada paso que daba.

Era el día en el que muchos podían perder el Tour. Por ejemplo, y al margen de la caída de Roglic (al que se le salió el hombro), Ben O’Connor, ciclista australiano que ganó la etapa de La Molina de la Volta y jefe de filas del AG2R, se dejó la friolera de 4.34 minutos con su compatriota Simon Clarke, el héroe del día. Tal pérdida no fue otra cosa que una invitación para decir adiós a cualquier aspiración de intentar subir al podio de los Campos Elíseos de París.

En cambio, Enric Mas, el aspirante que presenta el ciclismo español en la general del Tour, llegó a la meta sonriente y hasta convencido de que había sacado por lo menos un sobresaliente de nota. Y, la verdad, no era para menos porque superó con nota y suerte el que podía haber sido su peor día sobre el escenario de la Grande Boucle.

"Muy, muy y muy contento por un balance, sinceramente, muy bueno. Me he librado de todas las caídas y pese a pasar por un problemilla a mitad de los tramos de adoquines he podido salvar el día", confesó feliz el ciclista mallorquín del Movistar.