De los inmortales a la crisis

La caída del imperio Milan

De campeón de Europa y modelo, a una sombra de su pasado. El club rossonero se despeña hacia el abismo

Josep Coves

Paolo Maldini, recordman y símbolo de un Milan que reinó en Europa y fue modelo de inspiración para los grandes clubs continentales, acaba de poner el dedo en la llaga. “Tengo una mezcla de ira y decepción, porque la impresión es que nos han tirado lo construido con esfuerzo en los últimos diez años”, declaró recientemente a ‘La Gazzetta dello Sport’ el mítico lateral que dedicó un cuarto de siglo de su vida a defender la camiseta rossonera.

Al ‘Bello Paolo’ le duele ver al Milan hundido en la miseria. Perdido en la mediocridad de la Serie A, por debajo en la clasificación de ‘potencias’ futbolísticas como el Verona, Atalanta y Torino, el equipo lombardo lucha hoy por recuperar la identidad perdida en los últimos años. La falta de un proyecto deportivo, la descapitalización de la plantilla y una política errónea de fichajes ha arrastrado al club de Vía Turati a un nivel futbolístico impensable cuando era considerado el club más fuerte de Europa y un ejemplo a seguir. Ganador de cinco títulos de la Champions League entre 1989 y 2007 y sin ningún nuevo trofeo en sus vitrinas desde 2011, el Milan es hoy una sombra de aquel imperio futbolístico que Silvio Berlusconi construyó a partir de febrero de 1986. Esta fecha marca un antes y un después en la historia del Milan. ‘Il Cavaliere’, un empresario hecho a sí mismo que empezó a ganarse la vida cantando en los cruceros y que acabó levantando uno de los mayores holdings televisivos de Europa, adquirió a Giuseppe Farina un club que estaba en quiebra y abocado a la desaparición para convertirlo en la envidia de todos. “Berlusconi es la solución para el futuro del Milan”, proclamó a los cuatro vientos Farina, quien ahogado por las deudas acabaría fugándose a África para eludir a sus acreedores. Berlusconi pagó el equivalente a 38 millones de euros para entronizarse al frente de un club al que transformó en referente y que hoy, casi tres décadas después, se despeña hacia el abismo. “Es el mejor regalo de todos”, dijo a modo de bienvenida Gianni Rivera, símbolo de los años dorados del club rossonero y vicepresidente en la época de Farina.

DE LA SERIE B, A LA ÉLITE

Farina rechazó una propuesta casi tres veces superior del petrolero Dino Armani al considerar el entonces vicepresidente del Milan Gianni Nardi que no existían suficientes garantías bancarias para llevar a cabo la operación. El rey de la televisión privada y del grupo Finninvest, con 6.000 trabajadores bajo sus órdenes, se convirtió de la noche a la mañana en el salvador del Milan, un club que a pesar de su historia y tradición había descendido dos veces a la Serie B en los cinco años anteriores. Lo primero que hizo Berlusconi al tomar mando en plaza fue dotar al club de recursos económicos y contagiar al equipo esa mentalidad ganadora que a él le había permitido triunfar en los negocios. El nuevo magnate del Milan tenía 49 años y una ambición sin límites. Se supo rodear de un equipo de trabajo eficiente, con Adriano Galliani a la cabeza, y acertó plenamente con la contratación de Arrigo Sacchi. El técnico que iba a llevar de nuevo al Milan a la cúspide del fútbol continental dejó el Parma ante la insistencia de Berlusconi, que le pidió que convirtiera a su equipo “en el club que practicara el fútbol más atractivo del mundo”.

El Milan de Sacchi creó escuela. El técnico renegó del catenaccio y dotó al equipo de un sello propio –que ya había ensayado con el Parma- con el pressing, la defensa en zona y la táctica del fuera de juego como señas de identidad. Este arrojo le valió todo tipo de apelativos al nuevo entrenador milanista. Algunos lo tacharon de visionario, otros le llamaron despectivamente inventor del fútbol y los más se rieron a la cara proclamándole un Don Nadie. Pero el tiempo le acabó por dar la razón. Su equipo, liderado por los tres holandeses, Gullit, Rijkaard y Van Basten, tres futbolistas de la escuela del Ajax que habían recibido el legado por Cruyff, y apoyado por unos defensas tan disciplinados como inteligentes como Tassoti, Baresi, Costacurta y Maldini, creó escuela. El equipo tipo que manejó Sacchi lo completaban el portero Galli, Colombo, Ancelotti y Donadoni, azotes de un Madrid, el de la Quinta del Buitre, al que apartaron de la final del Camp Nou, en 1989, con un implacable 5-0 en semifinales, en San Siro. Luego, en la final, aplastó al Steaua de los Hagi, Lacatus, Petrescu y Balint y compañía por 4-0, con dos goles de Gullit y otros dos de Van Basten, indiscutiblemente el mejor jugador de Europa entre finales de los ochenta y principios de los noventa. El ‘Cisne de Utrecht’ ganó tres Balones de Oro, en 1988, 1989 y 1992.

Liderado por los holandeses de oro, el Milan pasó a convertirse en la admiración de la Europa futbolística mientras que en Italia había acabado con el corto reinado del Nápoles de Maradona, campeón vigente hasta la irrupción de Sacchi al frente de ese grupo tan bien estructurado como ambicioso. Pero Berlusconi no solo aspiraba a tener el equipo más potente de Europa sino que quiso dotarlo de unas estructuras de las que carecía cuando se hizo con la propiedad del club. Fue él quien impulsó el MilanLab, la ciudad deportiva de Milanello. Para ello se informó de cuál era la mejor ciudad deportiva de Europa –por aquel entonces la Fábrica tenía mucho renombre internacional- y mandó a Fabio Capello, que era el entrenador del equipo Primavera (juvenil), a Madrid para “estudiar esa realidad futbolística” del club blanco, recordaba hace un tiempo el actual seleccionador de Rusia.

El complejo deportivo del Milan fue otro de los grandes aciertos de Berlusconi, así como confiar en Capello –totalmente desconocido hasta su irrupción en el primer equipo milanista– como sucesor de Sacchi. Después de cuatro temporadas en el banquillo, periodo en el que ganó un Scudetto y dos Copas de Europa consecutivas –lo que nadie ha logrado aún-, el hombre que había colocado al Milan en la élite del fútbol europeo aceptó el cargo de seleccionador italiano. Capello llevó a cabo el relevo generacional en la plantilla, ganó cuatro Scudetti y destrozó al Barça (4-0) en la final de la Champions de Atenas, donde Desailly emergió como gran figura y dejó en evidencia a Cruyff, autor de una de aquellas frases lapidarias que acaban volviéndose en contra de uno. “Nosotros fichamos a Romario y ellos, a Desailly”, se había jactado el técnico holandés antes de la aciaga final que para los blaugrana supuso un fin de ciclo. No así en el Milan, que a lo largo de esos años supo renovar la plantilla sin tener que esperar a una hecatombe futbolística. Capello comenzó con el trío mágico de los holandeses y con los años el protagonismo pasó por los pies de Savicevic, Boban, Papin, Weah, Roberto Baggio…

El nuevo entrenador del Milan aportó aire nuevo a un vestuario que se estaba resquebrajando por culpa de las deterioradas relaciones entre Sacchi y Van Basten. Los roces entre técnico y futbolista eran cada vez más frecuentes. En cierta ocasión, después de pasarse todo el entrenamiento explicándole a Van Basten los movimientos que debía hacer durante un partido y ya en el comedor, el futbolista gritó: “Mientras como, ¡no me hable!”. Estaba claro que el equipo se derrumbaba tras una temporada, la 1990-91, en la que quedó segundo en la Serie A, a cinco puntos de la Sampdoria y cayó en cuartos de final de la Copa de Europa contra el Olympique de Marsella. El sistema de Sacchi, además, exigía mucha concentración y un solo error daba al traste con el entramado táctico diseñado por el entrenador. Capello, que ya conocía la casa por su trabajo en los equipos inferiores, triunfó ya en su primer año al frente del equipo rossonero. En esa primera temporada logró el Scudetto sin perder un solo partido, lo que no sucedía en Italia desde hacía 69 años, y recuperó a Van Basten para la causa. El holandés marcó 25 goles en 31 partidos y ganó su tercer Balón de Oro.

ADIÓS A VAN BASTEN 

Una lesión de tobillo que le obligó a pasar por el quirófano fue el comienzo del fin de Van Basten. Gullit fue traspasado a la Sampdoria y Rijkaard volvió al Ajax. Sin los holandeses, Baresi tomó el liderato del grupo y en torno a él el equipo se abrazó a sus otros compañeros de zaga y a Boban, Savicevic, Desailly, Papin y Weah para seguir siendo competitivo. En mayor o menor medida, el Milan siempre ha estado en el grupo de cabeza del fútbol italiano y europeo, aunque haya atravesado periodos sin llevarse un solo trofeo a sus vitrinas.

Entre 1999 y 2003, año en el que logró la Champions y la Coppa Italia, los rossoneri acabaron en blanco. Pero nunca mostraron unos síntomas de debilidad como en la actualidad, en la que se advierte el debilitamiento progresivo de la plantilla y la incapacidad de atraer a los mejores jugadores como sucedía en décadas pasadas. Carlo Ancelotti, exjugador milanista y que había adquirido experiencia como entrenador al frente de las plantillas del Parma y de la Juventus, ha sido, hasta ahora, el último técnico que ha marcado una época en el club de Vía Turati. El hoy entrenador madridista se instaló en San Siro con el objetivo de devolver al Milan la gloria perdida en los años anteriores de la mano de entrenadores tan diversos en su procedencia y dispares en sus estilos como Tabárez, Zaccheroni, Cesare Maldini y Terim. Las destituciones devolvieron a Sacchi y Capello nuevamente al banquillo rossonero, pero ambos demostraron que segundas partes nunca fueron buenas.

Ancelotti solo necesitó dos años para reconstruir el Milan. Su buen ojo a la hora de fichar le allanó el camino hacia el triunfo. Las contrataciones de Pirlo y Seedorf permitió al técnico dotar de tanto de creatividad como de músculo una medular que completaba el portugués Rui Costa. Nesta, Maldini y Costacurta aportaban seguridad en defensa y Shevchenko e Inzaghi se encargaban de marcar diferencias delante para un equipo que entonces sí contaba con secundarios de lujo: Rivaldo, Serginho, Redondo, Tomasson, Simic...

La final de la Champions ganada por penaltis a la Juventus, en Old Trafford, fue el primer gran éxito de Carletto en el Milan, que no el único. Ganó otra Champions contra el Liverpool dos años después de que el club de Anfield, entrenado por Benítez, le arrebatara también desde el punto fatídico un título que los rossoneri tenían en el bolsillo tras ir ganando por 3-0.

REBAJAS EN SAN SIRO

Con la marcha de Ancelotti en 2009, después de haber dejado ocho títulos en las vitrinas del club, entre ellos un Scudetto, dos Champions y un Mundialito, seducido por la generosa chequera de Abramovich, el Milan no ha vuelto a encontrar un entrenador que le aporte un proyecto a largo plazo.

Las limitaciones económicas de las últimas temporadas ha poblado la plantilla milanista de jugadores de perfil bajo o salidos por la puerta de servicio de otros clubs: Ronaldinho, Ibrahimovic, Robinho o Balotelli, solo por citar unos cuantos. Berlusconi ya no está por la labor de competir con los más grandes de Europa y cada vez son más frecuentes los rumores que apuntan a la venta del club. ‘Il Cavaliere’ lo niega. “¿Es cierto que quiere vender el club?”, le preguntaron recientemente. Y él respondió: “No entiendo esa pregunta. He hecho historia en el Milan, he conseguido ganar más trofeos que el Real Madrid, soy el presidente que más he ganado. El segundo después de mí es Bernabéu. Le han dedicado un estadio”.

Pero lo cierto es que en los últimos años el Milan ya ha dejado de ser un gigante futbolístico y económico. Si hace unos decenios presumía de contar con los mejores jugadores, hoy ha perdido la capacidad de seducir a los mejores. Es más, el exprimer ministro italiano ya no duda en hacer caja. A Thiago Silva e Ibrahimovic se los llevó el jeque árabe del PSG, Boateng prefirió irse a la Bundesliga, Cassano ahora marca goles para el Parma… El regreso de Kaká es el síntoma de ese cambio de tendencia. Un jugador que en Madrid perdió ese áurea que le había llevado a ser elevado a la categoría de crack y por cuyo traspaso, en 2009, Berlusconi se embolsó 65 millones de euros. El Milan hoy es un equipo irreconocible, plagado de veteranos que ya están de vuelta de todo y de jóvenes que no acaban de explotar. Una mezcla que no funciona y que está a punto de hacer historia dejando al equipo fuera de Europa por primera vez en veinte años.