El otro Romario: el ídolo caído

Tras ganar el Mundial de Estados Unidos forzó su salida para regresar a Brasil

Desafió al Barça y a su técnico, Johan Cruyff, y se enfrentó con el vestuario

Romário: el máximo goleador de la historia del fútbol fue del Barça

Romário: el máximo goleador de la historia del fútbol fue del Barça / SPORT.es

Xavi Canals

Xavi Canals

Romario lo tenía todo para pasar a la historia como uno de los grandes ídolos del Barça. Maravilló con su fútbol y colaboró a la conquista de la Liga cumpliendo la promesa que hizo a su llegada de marcar 30 goles, una cifra asombrosa por aquella época. El brasileño acabó su primer curso como blaugrana con 32 dianas en 47 partidos y un único lunar, la final de la Champions League de Atenas perdida estrepitosamente ante el Milan de Fabio Capello (4-0). Una dolorosa derrota que empezó a cambiarlo todo.

Aquel verano, la afición blaugrana se frotaba las manos con lo que estaba por venir después de ver cómo Romario levantaba la Copa del Mundo con Brasil en Estados Unidos, derrotando en la final a Italia en la tanda de penaltis. Lo hacía como máximo goleador del campeonato y habiendo marcado en todos los partidos. El líder de la Seleçao tenía que ganar galones en el vestuario del Barça, especialmente tras la salida de dos pesos pesados: Andoni Zubizarreta y Michael Laudrup. Pero Romario no estaba por la labor.

El brasileño, que estaba citado el 1 de agosto para iniciar la pretemporada con el Barça junto al resto de sus compañeros, desafió al club y a su técnico, Johan Cruyff, anunciando públicamente desde Brasil que ese día no estaría de regreso porque necesitaba más vacaciones. Y así fue.

A Barcelona llegaban imágenes del delantero de fiesta en fiesta, mientras se filtraba su intención de dejar el Barça para quedarse en su país. El futbolista llegó a elocubrar una operación con el Torino como equipo puente antes de firmar por un club brasileño, pero el entonces presidente del Barça, Josep Lluís Núñez, no aceptó los alrededor de 6 millones que los italianos pusieron encima de la mesa.

Total, que Romario no tuvo más remedio que incorporarse a la pretemporada del Barça. Lo hizo un 23 de agosto, 22 días después de la fecha que estaba citado, pidiendo perdón con la boca pequeña. Pero el mal ya estaba hecho. El vestuario nunca le perdonaría su falta de respeto y la situación acabaría explotando, básicamente, porque la mente de Romario ya no estaba en Barcelona ni centrada en la competición.

Brecha en el vestuario

El brasileño se burló de los capitanes cuando éstos le recriminaron su falta de compromiso. Y sólo faltó que Johan Cruyff se rindiera a Romario.

El vestuario esperaba un castigo ejemplar por parte del club y del técnico, que inicialmente envió a Romario a correr en solitario por Collserola bajo las órdenes del preparador físico, Ángel Vilda, en sesiones de entrenamiento programadas a las 8.00 horas de la mañana. Pero el castigo sólo duró una semana, a pesar de las imágenes de un Romario jugando cada tarde con sus amigos al futvoley en las playas de Sitges que evidenciaban su indiferencia hacia el club blaugrana.

Para sorpresa del vestuario, el 31 de agosto, Cruyff decidió que Romario se incorporara a los entrenamientos y el 4 de agosto le otorgó la titularidad en el debut de Liga contra el Sporting. El resultado no podía ser otro que una derrota (2-1).

Romario parecía querer reconciliarse con la afición firmando dos goles en el primer partido en el Camp Nou, ante el Atlético, pero fue un espejismo. En los 18 partidos que disputó aquel curso, sólo anotó siete dianas. Su trayecto como blaugrana acabó un 1 de enero de 1995 con un humillante 5-0 ante el Real Madrid. Poco le importó al brasileño. Nada más aterrizar en Brasil, tras dejar el Barça, lo hizo saliendo del avión con la camiseta de Flamengo.

"Decidí que mi felicidad era más valiosa que el dinero"

Recientemente, Romario reconoció que tras ganar el Mundial de Estados Unidos sólo tenía en mente regresar a Brasil: "Sólo llevaba un año y medio en el Barça, pero lo que la gente no ve es que en total eran casi siete años en Europa. Después del Mundial llegué a la conclusión de que era el momento de regresar a Río, a Brasil, pra estar cerca de mis hijos, de mis padres, de mis hermanos, de mis amigos y, sobre todo, de mi playa. Barcelona también tiene playa, pero el ambiente y el clima son diferentes. En ese momento decidí que mi felicidad valía más que el dinero y creo que cumplí mi pronóstico".