Carlos Marqués-Marcet: "Hay algo en el Espanyol mucho más catalán que el Barça"

Carlos Marqués-Marcet se confiesa perico

Carlos Marqués-Marcet se confiesa perico / JAVI FERRÁNDIZ

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Carlos Marqués-Marcet cuenta en sus películas lo que le toca más de cerca. Se cuestiona asuntos imperecederos -las relaciones de pareja, el egoísmo, la paternidad- cuando uno supera la barrera de los treinta. De pequeño coqueteó con el fútbol, pero teminó dedicándose al cine. “Se me daba mal dibujar, la música... y de repente descubrí que la cámara lo podía hacer por mí. En el cineasta hay un artista frustrado en todo lo otro”, asegura. 

Con su debut, 10.000 Km, recibió el Goya 2015 a mejor dirección novel. Ahora sigue en las salas con Tierra Firme, una cinta sobre tres personas que deciden compartir un hijo

¿Cuando eras pequeño, qué querías ser de mayor? 

Es raro, porque cuando lo pienso no sé cómo me imaginaba. Yo creo que ya de adolescente me daba pánico la idea de un trabajo de oficinista. Pero sí que me acuerdo que en la hora del patio quería ser futbolista. Como todo el mundo, ¿no?

¿Se te daba bien?

Jugué muchos años de portero. Empecé en fútbol grande y luego me pasé a fútbol sala. Jugaba en el Jesús-María, que ahora es una de las escuelas de fútbol sala más importantes. Yo era muy malo con los pies y empecé a jugar de portero. De hecho, fui convocado con la selección catalana juvenil y me lesioné. Ahí descubrí que era mucho más divertido hacer películas [sonríe].

¡Menudo cambio! 

Sí y no. Yo siempre digo que el fútbol sala fue mi gran escuela a la hora de dirigir.  Había un entrenador que decía que, en realidad, cuando llegas al partido, el noventa por ciento del trabajo ya está hecho. Y eso pasa también en las películas. Cuando llegas al rodaje ahí lo que tienes que hacer es dejar jugar a tus actores, a tus técnicos. Cuando tienes un jugador que destaca mucho saber jugar para él. O cuando no tienes este perfil, conocer a tu contrincante y apostar por un equipo equilibrado. En un rodaje siempre luchas contra las adversidades. El mundo se confabula siempre para que ese día el rodaje no salga. Plantear cada día de rodaje como un partido siempre me ayuda mucho. 

De ti se dice que te gusta repetir las tomas obsesivamente, ¿qué tipo de entrenador serías?

(Risas). Sería un entrenador de trabajar mucho y ensayar. Pero luego de dar mucha libertad en el terreno de juego. Dejaría espacio para las individualidades sin someterlas a un patrón. 

¿Sigues mucho el fútbol ahora?

Me interesa el fútbol como un microespacio en el que caben todas las pasiones humanas. Pero lo sigo menos ahora que hace unos años. Hay algo de cómo está montado el negocio que me genera rechazo. Pero sí que me gusta ver los equipos que practican un juego hermoso. Me trago siempre los Mundiales. Y luego por tradición soy perico. 

¿Por entorno familiar?

Mi padre es perico, pero yo de niño era del Barça. 

¿Cómo se pasa de culé a perico? 

Supongo que me cansé de tanto Barça. Me tiraba más estar con un equipo más pequeño. Pero yo celebré la final de Wembley. Ahí todavía era del Barça, pero ya fue como mi etapa final. El hermano de mi abuelo era Javier Marcet. Un futbolista que jugó en el Espanyol. Y mi abuelo estuvo entrenando al juvenil del Espanyol también. Hay una tradición de Sarrià y los Marcet. Entonces, claro, está esa herencia. Pero de pequeño tus amigos son del Barça y tú eres del Barça. Supongo que ser del Espanyol tiene que ver con la misma sensación de querer ser portero. ¿Por qué? Hay algo de que te gusta lo distinto, lo diferente, el defender el equipo pequeño. Luego a veces tienes algunas crisis de fe y te preguntas, ¿pero, por qué del Espanyol? Sobre todo en esas épocas difíciles en las que no ves buen fútbol.   

¿Es difícil ser del Espanyol y sentir simpatía por el Barça?

Yo supongo que, por este pasado culé que tengo, nunca he tenido manía al Barça. Pero hay momentos que, como perico, te sientes tan apartado, tan marginado por parte de los culés, que sí que te pilla un poco de rabia. Por eso cuando Tamudo marca ese gol y jode la Liga al Barça te alegras. Pero es una reacción a la que te llevan los culés. Supongo que es esta cosa como de ‘más que un club’, ¿cómo que más que un club? Estamos hablando de fútbol. Luego está el juego y ver a Messi... ¡cómo no te va a gustar eso! Tengo que reconocer que a veces me apetece más ver jugar al Barça que al Espanyol por Messi.

¿Por qué el Madrid es tan bien recibido en el campo del Espanyol?

Yo iba mucho a Sarrià y lo que pasaba es que venían todos los madridistas de Barcelona que no se atrevían a ir al Camp Nou y llenaban el campo.  Pero la afición que iba cada fin de semana a ver a su equipo animaba al Espanyol. Es más: el Espanyol tiene esta épica de la derrota que en realidad es mucho más catalana que el Barça [risas]. Hay algo en el Espanyol mucho más catalán que el Barça. 

¿Con qué personaje de la historia del club te quedas?

Tamudo fue mi ídolo de infancia.  Me gustaba porque tenía un espíritu único para la batalla y una gran inteligencia en el campo. Sin ser el tipo más dotado del mundo se convierte en una pieza imprescindible. Es algo muy humano. Messi, por ejemplo, es un semidiós. ¡No te puedes identificar con un semidiós! Tamudo es un tipo que se lo ha currado. Si los comparásemos con los arquetipos griegos, Messi sería un Aquiles, un Héctor. Tamudo sería un Ulises. Un modelo más humano.

A los futbolistas se les presupone que sean modelos de conducta, ¿te parece justo?

Yo pondría en duda que tengan que ser modelos de algo. Es muy injusto. Los pobres no pueden hacer ni salvajadas. Entiendo que más de uno piense: ¡Yo no quiero ser un modelo, solo quiero jugar al fútbol! Es una putada para ellos, pero así está montado este circo.