Adiós a 'La Suprema'

Esther Vergeer, la mejor deportista de todos los tiempos

Ni Michael Jordan, Muhammad Ali, Carl Lewis o Roger Federer, ni Tiger Woods o Michael Phelps... El deportista más grande de todos los tiempos es mujer, holandesa, tiene 31 años y el martes anunció, entre lágrimas, que se retira

Neus Yerro

Ella es Esther Vergeer, tenista en silla de ruedas a causa de una fatalidad, un ser humano rico, positivo y un ejemplo no sólo para los atletas paralímpicos sino para cualquiera de nosotros. Tenía ocho años cuando entró en un quirófano. Iban a eliminar unas venas malignas cerca de la médula espinal de la pequeña. Pero tocaron algún nervio y Esther ya no pudo volver a caminar. El mundo se le vino encima. Sin embargo, a partir de ese día empezó una carrera basada en el constante afán de superación: “dejé de pensar en todo lo que ya no podía hacer y me concentré en lo que sí podía hacer. Creo que eso me salvó la vida”, explicaba en una entrevista para la Fundación Laureus, de la que es una de sus principales embajadoras.

No planeó dedicarse al deporte. Suficiente tenía con reconstruir su vida. Pero el deporte le permitió congraciarse con su situación, “aceptarla y dar a la silla de ruedas un espacio en todo esto, en mi nueva vida”. Empezó con el baloncesto porque al lado de su casa se entrenaba un equipo. También jugaba al tenis para divertirse. No fue hasta antes de irse a la universidad que Vergeer decidió que sería el tenis y no el baloncesto el deporte elegido. “Escribí los pros y contra de uno y otro y la conclusión fue que el tenis suponía un reto mayor para mí”. Un desafío en el que ha sido una auténtica triunfadora. Porque las cifras que atesora Vergeer marean: 284 títulos, entre ellos, 21 individuales de Grand Slam y otros 23 de dobles; 7 oros olímpicos (cuatro individuales y tres de dobles); 668 semanas en el número uno...¡¡y diez años invicta!! o, lo que es lo mismo, 470 victorias consecutivas. ¿Su última derrota? Enero de 2003, Sydney. Sólo hay un deportista que haya superado esa cifra, en número, no en el tiempo: se trata de la leyenda de squash pakistaní Jahangir Khan, quien acumuló 555 triunfos entre 1981 y 1986.

Determinación -“hace mucho tiempo decidí que quería ser la número uno y me rodeé de un equipo que me ayudara a ser lo mejor posible”, explica-; gran movilidad, fuerza y rapidez en la silla, fruto de su etapa como jugadora de baloncesto y una extraordinaria fortaleza mental fueron las cualidades en las que cimentó una carrera en la que también ha luchado para reducir diferencias entre el deporte para discapacitados con el deporte de elite. “Hoy yo no me siento discapacitada”, destacaba en su adiós.

Y es que Esther abandona las pistas. Había jugado su último partido el pasado 8 de septiembre. No pudo acudir al Open de Australia y viéndolo por televisión supo que su tiempo en el tenis había concluido. Sentía que el momento había llegado. Y fue en Twitter donde la holandesa de 31 años lo anunció: “Un día especial: oficialmente dejo el tenis”.

“Mi carrera ha sido una locura. Estoy muy orgullosa de mis resultados y mis títulos y puedo mirar atrás y sentirme genial. Pero continuar no llevaba a nada, no iba a añadir nada más. Se ha cerrado el círculo”, destacó horas después durante la presentación de su biografía, 'Kratch & Kwetsbaarheid' ('Fuerza y Vulnerabilidad'). Otro 'grande' la acompañaba: Johan Cruyff, a quien le unen proyectos de sus respectivas fundaciones benéficas. Hace una semana, ambos viajaban a Suráfrica con uno de esos proyectos. Johan se saca el sombrero ante personas como Vergeer: “Es un ejemplo para todos. Nosotros nos quejamos rápidamente si nos duele la cabeza o tenemos una pequeña molestia pero gente como Esther va mucho más allá para lograr lo que se proponga. Tiene un coraje enorme y lo da todo por el triunfo”.

Su carrera y su vida constituyen un triunfo total. Ahora, sin competir, quiere seguir vinculada al tenis. Tiene numerosos proyectos ante sí: su propia Fundación, dirigida a que niños discapacitados puedan practicar deporte; su grupo de atletas paralímpicos; sus clínics y conferencias en los que habla de su experiencia y, entre tanto ajetreo, quién sabe, quizá ser entrenadora. No renunciará a pescar (comparte esa afición con Rafa Nadal, uno de sus grandes admiradores, al igual que Roger Federer), esquiar o navegar con su novio. Merece seguir disfrutando de la vida.