SOBRE EL TERRENO
El caso es no seguir hablando del gol de Messi
Madrid (y lo siento, cuando hablo de Madrid hablo del todo Madrid, perdón, debería de empezar a decir del antiguo Madrid, pues algo está cambiando en la capital del reino) ha decidido enterrar la segunda gran conquista de la temporada (que tampoco ha ganado el Real Madrid) por parte del Barça. Ya no se trata de saber si Cristiano Ronaldo es o no –que no lo es, vamos, está clarísimo– tan bueno, versátil y decisivo como Leo Messi; si el primer golazo de ‘La pulga’ es lo más grande que se ha visto en años; si la superioridad del Barça en esa final le convierte, o mantiene, como el mejor equipo del mundo, dado que el ganador del Mundialito se ha hundido con todo el equipo (presidente y entrenador, incluidos). No, no: se trata de cubrirlo todo con la pitada al himno español.
Pitada, por cierto, que todos sabíamos que se iba a producir la misma noche en que se clasificaron Barça y Athletic; el mismo día, la misma hora, minuto y segundo, se jugase donde se jugase, por la misma razón (ustedes lo saben) que la selección española, por más campeona que sea, no juega en San Mamés, Anoeta o el Camp Nou. Y todo eso, señores Francisco Martínez (secretario de Estado de Seguridad) y Miguel Cardenal (secretario de Estado para el Deporte), sin conspiración ni inducción alguna.
Si mañana se repite la final, en la mismísima Sevilla, se repetirá la pitada. Lo entiendan o no. Así que pueden ustedes, utilizando la sopa de letras y artículos (¡menuda lluvia de Ley 1090, artículo 250, párrafo 16.5.), sancionar, castigar y multar a Athletic, Barça y Federación Española de Fútbol. Pero, por favor, vista la final y el comportamiento feliz, cómplice, amistoso y familiar que vivieron las dos aficiones en Barcelona a lo largo de tres días (lo entiendo, igual ustedes no vinieron y se lo perdieron), no digan que esa pitada fue “un elemento que pudo generar crispación, violencia”. Pidan ustedes los informes policiales que quieran, a clubs y Federación, pero no ensucien esas maravillosas jornadas festivas de dos clubs amigos.
Yo, que hace exactamente 30 años estuve en el estadio de Heysel, sí les puedo hablar de lo que es crispación y violencia. Yo sí lo sé.
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