La exaltación de la competitividad, la propaganda de la superación, o el afán en inculcarnos desde que nacemos que hay que destacar e intentar ser el mejor. Reglas de oro que impregnan nuestra cultura.
No creo que ser un vago sea una alternativa atractiva, pero obsesionarse con algo puede llegar a ser muy ingrato, si bien la obsesión lleva al perfeccionamiento.
Del mismo modo en que el torero y filósofo Jesulín de Ubrique comparaba cada circunstancia de su vida con un toro, tengo un amigo ludópata que compara todo con la ruleta del casino; y lo cierto es que en este caso vendría al pelo, así que tiro de recurso. Obsesionarse o no obsesionarse, dedicar más tiempo o menos, sufrir porque dejas de entrenar un día o que te dé lo mismo… Igual que en la ruleta, si te juegas todo a un número tienes muchas menos posibilidades de ser feliz, pero si sale ese número experimentarás un gran subidón con su correspondiente felicidad. Ni siquiera me voy a mojar opinando cuál es la mejor opción porque esto es casi como ser de un equipo o de otro. Y tras esta reflexión, hagan sus apuestas.
