Joselu Mato es un jugador de confianza. De esos criados en la casa que, sin reclamarlo, es el hijo pródigo que volvió a sus raíces sin hacer ruido once años después. El madridismo le quiere tanto como le desespera por ese latiguillo que arrastra de ser una máquina fallando goles. Ante el Nápoles volvió a dar un recital, no es el primero, pero acabó recogiendo lo sembrado gracias a la mano que le echó Bellingham con una asistencia marca de la casa para que se sacudiera todos los diablos y no acabar en el diván del psicólogo.

Joselu, una máquina de fallar goles (leer noticia)