Cuando tu líder mete miedo

Marc Soler, el único ciclista catalán en el Tour, es uno de los principales protectores de Pogacar

"Estoy muy feliz trabajando por Tadej. Nunca dije que yo fuese un líder", asegura el de Vilanova

Marc Soler, junto a Tadej Pogacar durante el Tour de Francia 2022

Marc Soler, junto a Tadej Pogacar durante el Tour de Francia 2022 / EFE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Hace un año a estas alturas de la vida Marc Soler estaba viendo el Tour por la tele desde su casa de Andorra. Duró lo que tardó una inconsciente en asaltar al pelotón del Tour con una pancarta en la que saludaba a sus abuelitos. La que lió la buena mujer en carreteras bretonas.

Todos al suelo y el corredor catalán, entonces en el Movistar, se llevó la peor parte. Como si fuera un héroe a golpe de pedal llegó a la meta rezagado y con los dos brazos rotos. Adiós al Tour y en el mismo año en el que otra caída lo había apartado del Giro.

Ahora tiene a un compañero en el equipo que se llama Tadej Pogacar y que no solo es el líder del UEA sino el del Tour. Es el jefe, el que ya ha metido el miedo en el cuerpo a todos los contrincantes, el jueves en una cuesta que tampoco era de otro mundo y ayer en los Vosgos, en territorio mucho más consistente.

Y ahí está Soler, el noi de Vilanova, al que hace unos años le colocaron no solo la etiqueta de superlíder sino el de reemplazo de un ciclismo español que veía retirarse a Alberto Contador y que se preparaba para los últimos años de gloria de Alejandro Valverde.

El papel de líder no va con Marc. "Estoy muy feliz trabajando por Tadej. Nunca dije que yo fuese un líder". Este año cambió el uniforme azul del Movistar por el blanco del Emirates y se preparó de enero a junio para convertirse en uno de los principales protectores de Pogacar

Porque aunque el astro esloveno dé la sensación de que es autosuficiente y que se apaña solito en el Tour, necesita de los ayudantes, de los que tiran del carro, como se dice en el lenguaje ciclista, de corredores como Soler que tal como hizo ayer son capaces de colocarse la mochila del esfuerzo a la espalda e imponer un ritmo endiablado por detrás para controlar él solito y sin la ayuda de nadie que la escapada del día no se fuera más allá de un tiempo que luego fuese imposible de controlar para su jefe y a la vez jersey amarillo.

Y la verdad es que la fuga no llegó por 200 metros, pero de no haber tirado, una y otra vez, Soler, el ganador en la Superplanche no habría sido su compañero y líder sino uno de los integrantes de la escapada, seguramente Lennard Känma.

Soler volverá a hacer lo mismo en las dos principales citas de la semana que viene en los Alpes, primero en el Granon y después en Alpe d’Huez. Allí querrá brillar de nuevo Pogacar, animado ayer en la Superplanche des Belles Filles por sus padres, que se acercaron a la ruta del Tour para dar con su presencia carácter oficial a la nueva fundación para recaudar fondos contra el cáncer que ha creado la estrella eslovena.