El camino a Eurovisión
Benidorm Fest: el drama triunfa en la primera semifinal
Si algo une a los cuatro primeros finalistas es la identificación con el tormento interior y cierta angustia transversal, impropia de un proceso de selección eurovisiva, y a la que quizá los sociólogos puedan dar alguna explicación
Jordi Bianciotto
Hubo un tiempo en que
Eurovisión
era casi un género musical, pero eso ya saltó por los aires, así es la promiscuidad ‘millennial’, y ahí está para corroborarlo este primer póker de finalistas del Benidorm Fest. Es difícil pedir más variedad: electrónica severa y confesiones trémulas al piano, neo-flamenco con látex y metal industrial de cataclismo peliculero. Nadie podrá invocar, seriamente al menos, aquel clásico tan propio del prejuicio o la incomprensión, el “todos suenan igual”.
Pues no, ninguno de los nueve semifinalistas se parecía a otro, aunque hubiera pistas reconocibles e ideas prestadas. Pero si en algo coincidieron los cuatro seleccionados es en la identificación con el drama, el tormento interior, cierta angustia transversal que quién sabe qué nos está diciendo del tiempo que vivimos. Latinidad más sentida que banal, reticencia a los “te quieros” automáticos y a las coreografías cursis. Si algo se les puede reprochar será, en todo caso, que sus rimas sean afectadas, más que bobas.
Las tres votaciones han mostrado una notable coincidencia, aupando al canario Agoney hasta lo más alto a base de combinar el estribillo melodramático en falsete, la electrónica gruesa y el gag seco del “¡arde!”, con atrezo de llamaradas. Es la canción más trepidante del ‘pack’, y daría un perfil inédito de TVE si es que alcanza la final de Liverpool. Como, de otro modo, el tema de Megara, un número metalero puesto al día, con vistas al Metaverso y los videojuegos, voz con poderío y una tonada angustiosa con acordes menores.
También rompiendo moldes (en el contexto eurovisivo), la madrileña Alicia Climent, Alice Wonder (y no Alice Cooper, como se le escapó al presentador Rodrigo Vázquez: un gazapo que le honra más que otra cosa), expresó igualmente su sufrimiento cósmico, si bien su canción se enredó en el tránsito de su piano ‘minimal’ al presunto subidón final, además de sonar pretenciosa. Y qué decir de Fusa Nocta y su angulosa apuesta de ‘jondo’ ultramoderno, aunque de puesta escena algo confusa: plástica ‘sadomaso’ y un utilitario blanco que, al parecer, estaba ahí en homenaje a su abuelo.
Fuera de foco quedó, por los pelos, un Aritz con aires de Chanel y cierto perfume de banalidad. Al momento disco-diva de Sharonne le faltó algo de identidad musical, y en la cola quedaron las tonadas más bien adocenadas de Melen, Twin Melody y Sofía Martín. Pero, con este segundo
Benidorm Fest
, TVE confirma una sensación en otros tiempos extraviada, la de que ha vuelto a desear ganar el Festival de Eurovisión.
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