Siameses mal avenidos en Craiova

Como todos los países en transición desde el comunismo, Rumanía y su fútbol se enfrentaron a dos problemas: una crisis económica y un modelo de propiedad anticuado

Al Universitatea, fundado en 1948 por el Ministerio de Educación, le cortaron el grifo en 1991

Los aficionados del Universitatea Craiova festejando

Los aficionados del Universitatea Craiova festejando / Universitatea Craiova

Aitor Lagunas

Aitor Lagunas

Toda una era desapareció cuando una tarde de 1996 Ion Oblemenco se derrumbó en un banquillo. Corrían los últimos minutos de un olvidable partido entre dos equipos marroquíes, el Sidi Kacem y el Hassania Agadir. Oblemenco entrenaba a este último: muy tenso tras, según dicen, algunas decisiones arbitrales, cuando sus jugadores marcaron el gol del empate en el último minuto el técnico y exjugador rumano se desplomó. Infarto. No se pudo hacer nada por salvarle la vida. Tenía 51 años.

A miles de kilómetros, un lugar le lloró como ningún otro. Craiova, la sexta ciudad más grande de Rumanía, le había idolatrado durante la época dorada del club local, el Universitatea. Tanto como para dedicarle en 1976 una de las primeras estatuas erigidas para honrar a un futbolista aún en activo. Gracias a su delantero, el Universitatea levantó una liga y una copa.

“Ha marcado tantos goles que le he dado más besos que a mi mujer”, bromeaba el central Petre Deselnicu. Más importante aún, había hecho de Craiova, cerca de la frontera búlgara, un epicentro del fútbol rumano. Con Oblemenco a la cabeza, aquel equipo logró que los grandes clubes de Bucarest sufrieran cada vez que viajaban al sur.

Sin embargo, el ‘artillero de Valaquia’ –apodo de orgullo regional– nunca fue llamado por la selección rumana. Parece que a los jerarcas comunistas les disgustaba que las provincias retaran al poder de la capital. El cántico que brotaba de la grada en los duelos contra el Steaua o el Dinamo no ayudaba: “Oblemenco y los suyos, el terror de Bucarest”. Algunos funcionarios comunistas incluso se plantearon desmontar la estatua del jugador.

Pero la dictadura de Nicolae Ceausescu tocó a su fin en la Navidad de 1989. Unas horas después, un pelotón fusilaba al veterano dirigente en el patio de una escuela. Acababa de caer el Muro de Berlín y el Bloque del Este se deshacía como un azucarillo. Nadie imaginaba en Craiova que la llegada del capitalismo iba a suponer el final de su adorado club de fútbol.

Duelo entre iguales

Como todos los países en transición desde el comunismo, Rumanía y su fútbol se enfrentaron a dos problemas: una crisis económica demoledora y un modelo de propiedad anticuado en el que los clubes dependían del Estado. Al Universitatea, fundado en 1948 por el Ministerio de Educación, le cortaron el grifo en 1991.

En las canchas, sus jugadores se despidieron a lo grande, ganando la cuarta liga para la ciudad. En los despachos, unos empresarios aseguraron la continuidad del equipo, ya convertido en sociedad anónima, como Fotbal Club U Craiova. Pero el proyecto no cuajó, y en 2011 la federación acabó excluyendo a la entidad por impagos a un entrenador. Los jugadores quedaron libres.

Es entonces cuando el árbol genealógico del fútbol en Craiova comienza a retorcer sus ramas. Porque dos años después surge otro equipo, también llamado Universitatea, que logra presentarse como el heredero del original.

Promovido por las autoridades locales, este equipo será inscrito directamente en segunda división. Y allí topará en la temporada 2013-14 con el FCU, renacido tras dos años de sanción. En ese cruce de caminos fratricida, el Universitatea logrará el ascenso a primera –donde se ha mantenido hasta hoy– mientras que el FCU descenderá a tercera y, pocos meses después, cesará su actividad.

Entonces, ¿cómo es que hay un derbi en Craiova? Pues porque en 2017 aparece Adrian Mititelu, un personaje típico de los palcos rumanos, con más dinero que escrúpulos. Funda el FCU 1948, con mismos colores y escudo que el Universitatea, y protagoniza un vertiginoso recorrido desde la cuarta categoría hasta debutar en primera esta temporada. Por el camino, Mititelu cierra algunos extraños traspasos al FCSB -otro engendro de siglas y refundaciones, en ese caso del Steaua-, propiedad de Gigi Becali –otro presidente peculiar–.

Entre comisiones no declaradas y otras minucias el juez manda a Mititelu a la cárcel. Hace un año que su hijo, un tatuadísimo chavalote con gusto por los coches caros (y por exhibirlos en Instagram), dirige el club con hilo directo con papá.

Es de suponer que Mititelu sr. seguirá el derbi desde su celda. No necesitará tele: el campo queda a tres kilómetros de la cárcel. Le llegará el murmullo del Ion Oblemenco, así se llama el estadio. Eso sí, los familiares del ‘artillero de Valaquia’ han pedido que esa denominación nunca se emplee cuando el FCU 1948 juegue como local. A su manera, el viejo Universitatea ya ha señalado cuál de los dos clubes siameses ha de heredar su legado. 

UNIVERSITATEA-FCU 1948

CRAIOVA

44°20’N 23°49’E 

Población

356.000 habitantes

País

Rumanía

Distancia entre estadios

0 km: comparten el Stadionul Ion Oblemenco (aforo, 31.000)

Hat-trick de consejos

CÓMO LLEGAR 

Inaugurado en 1938 como aeródromo militar, el aeropuerto de Craiova nunca ha terminado de despegar a nivel internacional. Por eso solo recibe algunos vuelos desde Madrid, aunque la compañía Wizz Air prevé abrir el próximo agosto la ruta con Barcelona.

QUÉ VISITAR

Como en otras ciudades rumanas, la calle más céntrica de Craiova se llama Unirii. Allí se encuentran algunas mansiones y una colorida iglesia ortodoxa. La plaza Mihai Viteazu y el monasterio medieval de Cosuna son otros puntos de interés.

DÓNDE SALIR

Para empezar la noche se puede visitar Casa Beri o el Da Vinci. Luego podéis dirigiros al Stockholm Social Club, un rincón agradable donde disfrutar de una hamburgesa o un cóctel. Y si os va la música en vivo, debéis acabar en el Charger Classic Bar.

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Lunes, 14.02.2022 (18:55 h)