Ablación genital

Dos años de cárcel para la madre de Barcelona que dejó que su hija fuera mutilada en Gambia

La rebaja de pena obedece a que se ha aplicado a la madre las atenuantes de confesión tardía y de dilaciones indebidas

Unas agentes de los Mossos d’Esquadra explican el protocolo de prevención de la ablación en un poblado de Gambia.

Unas agentes de los Mossos d’Esquadra explican el protocolo de prevención de la ablación en un poblado de Gambia.

Ángeles Vázquez

La Sección Cuarta de lo Penal de la

Audiencia Nacional

ha condenado a dos años de cárcel a la madre de una niña a la que le fue realizada una ablación genital completa cuando tenía año y medio y fue dejada en Gambia al cuidado de la abuela materna. La progenitora se ha conformado con la petición de pena fiscal, después de que el ministerio público la rebajara de 10 años de cárcel para cada uno de los padres a solo dos únicamente para la madre como inductora de un delito de mutilación genital.

La rebaja de pena obedece a que se ha aplicado a la madre las atenuantes de confesión tardía y de dilaciones indebidas. El padre ha acreditado, que pese a vivir en el núcleo familiar, nunca ha participado en las tareas que implica el cuidado de la niña y nunca la había bañado o cambiado el pañal, por lo que el ministerio público ha retirado la acusación contra él.

La mujer, a la que se ha dejado en suspenso la condena de prisión, tendrá también que indemnizar a su hija con 60.000 euros en concepto de indemnización, aunque será difícil por la situación económica de la familia, que reside en Rubí (Vallès Occidental) y que tiene otros tres hijos, todos de nacionalidad española. El fiscal Joaquín González-Herrero también ha renunciado a su petición inicial de que le fuera retirada la patria potestad de la pequeña.

La más grave

La fiscalía explicaba en su escrito que la niña sufrió la ablación de grado 3, la más grave, con extirpación de labios y clítoris, en el verano de 2015 cuando viajó con sus padres a Gambia con año y medio. No se detectó hasta 2021 durante una revisión pediátrica. Como consecuencia de la mutilación que sufrió, la pequeña puede sufrir graves complicaciones genitales, urinarias, orgánicas y psicológicas a medio y largo plazo, aunque aún no se han apreciado, según los forenses del Instituto de Medicina Legal de Barcelona que la han examinado.

En septiembre del 2015 los padres viajaron junto a sus hijas a Gambia y se alojaron en casa de unos familiares. En un momento determinado, dejaron a una de las crías con su abuela materna y regresaron a Cataluña con la otra. Fue entonces cuando la pequeña que quedó en

África

fue mutilada: solo se le dejó una abertura estrecha para orinar.

La ablación fue detectada por los servicios sociales del CAP Mutua de Rubí seis años más tarde y fue comunicada a los Mossos d'Esquadra. Los progenitores habían firmado un documento previo en el que se comprometían a no realizar la ablación a una de las dos hijas, pero no lo firmaron respecto de la otra.

La fiscalía describía que la niña podía sufrir infecciones génito-urinarias vesicales recurrentes, tendencia a cálculos renales en las vías urinarias, obstrucciones del tracto urinario, incontinencia urinaria y fístulas génito-urinarias, enfermedad inflamatoria infertilidad, dolor menstrual intenso, aumento del riesgo de infecciones de transmisión sexual, retención del sangrado menstrual dentro de la vagina, coitos dolorosos, ausencia de libido, de capacidad para excitarse y de tener orgasmos, así como fobia sexual por aversión al sexo.

Además, los forenses aseguran que las mujeres con este tipo de mutilación sufren problemas adicionales como la necesidad de reapertura del introito vaginal, ya que forma parte del ritual matrimonial para facilitar la introducción del pene, y en ocasiones puede comportar nuevas intervenciones quirúrgicas para corregir el sellado o estrechamente vaginal para permitir el parto.

También se incrementa el riesgo de imposibilidad de parto natural, desgarros vaginales, aumento de las episiotomías para ensanchar el canal vaginal, mayor necesidad de cesáreas e incremento del riesgo de hemorragias postparto. Las estancias en el hospital suelen ser más largas y también aumenta la mortalidad materna y los bebés.

En cuanto a trastornos psicológicos, puede acarrear

depresión

, terrores nocturnos, miedo, ansiedad crónica, fobias e incluso alteraciones psicóticas. También pueden sufrir confusión y sentimientos contradictorios por la diferencia de valores entre la sociedad de origen y la que viven, incertidumbre y temor de las niñas y adolescentes cuando se dan cuenta de lo que sufren, y miedo a las primeras 

relaciones sexuales o al parto.